He salido pocas veces fotografiado con mi padre. En mis
fotos de pequeño, él era el fotógrafo; más adelante, cuando el fotógrafo era
otro, los dos aparecíamos por lo general encuadrados en grupos amplios,
correspondientes a grandes celebraciones familiares.
Esta es una excepción, porque estamos los dos solos, y
porque nos reímos. Nos reímos poco juntos, lo digo con añoranza. Aquí nos
fotografió mi hermano Juan, en Torredembarra, un día de septiembre de 1985. Las
diapositivas de aquella ocasión quedaron guardadas en una caja, mi padre murió en 1999 y mi hermano en 2005, y ahora mi sobrina Marina se está dedicando a escanear un material en gran parte inédito.
Me ha resultado desconcertante verme “resucitar” de este modo delante
de la cámara y de la mirada de mi padre. Un poeta habría dicho que los dos
esperábamos, como Lázaro, una voz que nos dijera: «Levántate y anda.»