Una
joven militante feminista, en el curso de una sonada manifestación de protesta.
(Fotograma de “Ayer, hoy y mañana”, Vittorio de Sica 1963.)
En esa insistente campaña que circula por las redes en
favor de suprimir los anglicismos de nuestra maravillosa lengua, nunca he leído
la propuesta de sustituir “topless” por “despechugue” u otro término similar, ya
que riqueza en la sinonimia no puede decirse que falte (“domingas al aire”, por
poner el primer ejemplo que se me ocurre).
Lo cual me lleva a cavilar que, muchas veces, si se utiliza
el inglés en determinados contextos, no es por una tendencia irresistible al esnobismo,
sino como eufemismo en el tratamiento de temas delicados. No ahondo en el tema,
pero ejemplos no faltan en la literatura propagandística del erotismo.
De otra parte, en el terreno de la economía hay muchos
términos codificados en inglés desde hace muchos años (“no stop”, “just in time”,
etc.) José Luis López Bulla me contó hace años la estupefacción del
sindicalista y político italiano Fausto Bertinotti cuando un miembro de una
comisión negociadora que él encabezaba se negó a firmar un convenio colectivo, a
menos que se eliminase a Hong Kong de los acuerdos alcanzados, ¿qué tenemos que
ver en Italia con Hong Kong?
No era Hong Kong, era “Know-How”.
El caso es que en el Día Internacional del Topless (porque
tal cosa al parecer existe en la vida real), la consellera de Feminismes i
Igualtat del Govern de Cataluña, Tània Verge, propuso “hacer topless” como instrumento
de normalidad feminista. “Hay mugrons (pezones) permitidos, y otros que
no”, reivindica la consellera en un vídeo. Eso ocurre, según
explica, “en algunos espacios”, sin concretar.
Más allá de las playas y las piscinas, no sé qué espacios
puedan ser, y aun en estos el sinsostenismo femenino, e incluso la caída del
calzón de baño en ellos y en ellas, son incidentes amplísimamente tolerados. No
tengo noticia de que la guardia civil o los gendarmes de Saint-Tropez hayan
irrumpido en una playa nudista desde hace muchos, muchísimos años.
Si la señora Verge se refiere al momento de la Elevación en
una misa de doce, resulta que también están prohibidos los pezones masculinos. Lo
mismo viene a ocurrir tradicionalmente en las ceremonias de jura de la bandera
y en la Gala de los Premios Goya, si bien en este último caso, oh paradoja, se
tiende a ser más tolerante con los pezones femeninos – insinuados o entrevistos
en transparencias – que con los masculinos, rigurosamente ocultos bajo una
camisa encorbatada debido a un uniformismo injusto autocráticamente impuesto.
No tiene razón, por lo tanto, Tània Verge, salvo que se refiera a Facebook e Instagram.
De todo ello podría tal vez extraerse una moraleja, pero no
me atrevo a intentarlo. Los guardianes de las redes podrían enfadarse, y una de
las cosas que menos me apetece en este mundo cruel, es convertirme en un mártir
del despechugue o del topless, táchese lo que no convenga.