jueves, 7 de octubre de 2021

LIBERTAD DE ENDEUDAMIENTO

 


Los cuatro jinetes, miniatura del Apocalipsis de Beato, de la Universidad de Valladolid.

 

«Desapareció el proletariado y crearon la clase turista», es el texto de la viñeta de hoy del Roto, en elpaís. La frase tiene retranca: la clase obrera habría desaparecido ¿por sí sola?, de modo que alguien se ha ocupado de crear en su lugar una clase turista que sirva de zócalo a la pirámide social en el lugar del proletariado desaparecido, y asuma toda la carga de subalternidad necesaria para el debido equilibrio dentro de un orden.

Non è vero, pero sí ben trovato. El consumo no sostiene por sí solo la estructura económica con la que hemos sido gratificados; cada vez consumimos menos cantidad y sobre todo menos calidad de productos por unidad de precio, aunque contamos con riders veloces que nos los traen hasta la casa de la que corremos peligro de ser desahuciados por un fondo buitre así que dejemos de poder pagar una hipoteca que se nos va haciendo insoportable.

La panacea, entonces, no es el consumo masificado, ni el turismo como parte de ese consumo, ni el botellón multitudinario como su sucedáneo cutre. La panacea es el endeudamiento privado. Importa señalar que el endeudamiento público está prohibido, incluso por mandato constitucional añadido a nuestro ordenamiento con nocturnidad. Los presupuestos del Estado quedan sujetos a restricciones porcentuales rigurosas. El endeudamiento privado, en cambio, es enteramente libre, justo y benéfico.

Las élites, por supuesto, ni trabajan, ni hilan, ni tributan, ni cotizan, que para eso disponen de cajas de Pandora en las que ocultan pudorosamente sus intimidades non sanctas.

Entonces, cuando Casado, Aznar, Ayuso y Abascal, nuestros cuatro Jinetes del Apocalipsis, cargan contra la deuda presupuestaria y proclaman a voz en cuello la Libertad, hay que leer toda la letra pequeña que no incluyen en sus peroratas transmitidas por las televisiones público-privadas. Se trata de la suprema libertad de endeudamiento de los mindundis, fuera sombreros.

Esa libertad, añade Vargas Llosa, es importante, pero no sirve de nada si no se vota “bien”. Votar bien no es difícil, sin embargo. Basta con seguir las indicaciones oportunas de la autoridad competente.