La “Porta
Nigra” de Tréveris. Por ella desfilaban las legiones romanas al volver de la
guerra. En triunfo, en el mejor de los casos; o doloridas y cabizbajas, si los
bárbaros teutones se habían excedido en sus finezas.
La nueva y repentina situación política de Cataluña está acarreando
una recomposición forzosa de las fuerzas en presencia. Desde este punto de
vista, la convocatoria de nuevas elecciones solo favorecería a Junts. Es más,
sería la justificación perfecta de su “No es No” perpetuo. Sumando los plazos
de convocatoria, disolución del Parlament, campaña electoral, celebración de
comicios, reparto de escaños y consultas para formar gobierno, nos
encontraríamos en marzo o abril de 2023 con los brazos cruzados, la casa sin
barrer, y encerrados con el solo juguete de la in-indé-independencia. Demasié
para el body, como decían nuestros ancestros.
Aragonès descarta esa convocatoria que solo a él
correspondería activar (veo en La Vanguardia que Marta Rovira abunda en su misma
opinión), y lo fía todo al apoyo de Comuns, mientras mantiene el veto al PSC. No
creo que Comuns entre en ese juego, con la vana esperanza de pillar cacho; y no
es momento de vetos a la opción que más consenso acumula en el país. Sería
bueno que ERC reseteara su posición y avanzara hacia un final de mandato
abierto a alianzas siquiera tácticas, basadas en el objetivo mínimo de salvar
los muebles. Hay muchos muebles por salvar, de cierto.
Encuentro correctísima y muy sensata la posición expresada
por Salvador Illa. El governet está debilitado, pero no es cuestión de
apuntillarlo, sino de pensar en los catalanes, más allá incluso de los
políticos catalanes. En esta temporada de otoño-invierno se van a decidir
demasiadas cosas, para que andemos todos de cabeza, pendientes nada más de sondeos
de opinión y de precampañas electorales.
No voy a referirme a las posiciones que mantienen la CUP de
un lado, y del otro PP, Cs y Vox, porque por esa parte no hay novedad, señora
baronesa, ni se la espera. Son formaciones que viven en el anhelo urgente de
una gran catástrofe que lo sumerja todo, porque así podrían echarle la culpa a Pedro
Sánchez.
El tema de Junts x Cat es distinto. He leído en torno a él,
en Facebook, dos apuntes de comentaristas amigos, de una gran enjundia. Por un
lado, Guillem Martínez señala cómo el grupúsculo Puigdemont-Borràs, mayoritario
en la consulta y con toda probabilidad minoritario en la organización, corre a
alinearse con la moderna ultraderecha 2.0, antes de que se le anticipe la ANC. De
ahí la renuncia a la participación en el gobierno y el ultimátum a ERC sobre
elecciones o voto de confianza. Contra menos bultos, más claridad.
Por otro lado, Gabriel Jaraba señala similitudes (dentro de
las enormes diferencias) con la implosión del PSUC, en su día, debida a
incompatibilidades demasiado graves entre sus partes constituyentes. En el caso
que nos ocupa ahora, el viejo espíritu de la ganancia regada con sudor de la
frente, y de la negociación esforzada sin romper jamás la baraja, choca en
exceso con el surfeo de la realidad y la utilización del relato maravilloso
como medios para superar todos los obstáculos que puedan aparecer en un medio
puramente virtual.
¿Hacia dónde van, entonces, las partes rotas de la nave “Junts”?
Creo inevitable una nueva escisión a partir de la cual cada parte buscará su
propio nicho ecológico en el que subsistir. La presencia de un número muy
considerable de cargos públicos con remuneraciones altas favorecerá una
desobediencia amplia a la decisión de romper, pese a haber sido tomada previa
consulta a las bases. Habrá quienes prefieran devolver el carné y mantenerse en
el cargo, jurando nueva fidelidad a los “traidores”. A cortísimo plazo, los
números en el Parlament no serán tan ajustados como resultaría si el bloque
Junts pasara entero a la oposición. Puede que haya incluso un Grupo Mixto
formado por disidentes a la espera de nuevas certificaciones visadas por las
oficinas institucionales.
El panorama se presenta abigarrado y sin duda apasionante. Tengan
en cuenta que solo estamos en el día después, the day after, del
estallido.