No ha desaparecido del todo el papel puntero de Cataluña en
la política peninsular, pero sí ha cambiado de signo.
Fue positivo en coyunturas muy delimitadas del último
cuarto del siglo pasado. La voluntad unánime de cooperar para superar los
traumas del franquismo, unida a la bonanza relativa de los negocios, permitió
que se abrieran ventanas de oportunidad antes impensables, y por esa vía se generó
– hasta cierto punto, desde luego – en las élites del país la idea de que era
posible, mediante una negociación sabiamente calculada, dirigir sin
brusquedades (con seny) las políticas económicas, así de los tirios como
de los troyanos, de modo que unos y otros trabajaran en último término en
beneficio de los intereses de las clases emprendedoras catalanas.
La pretensión tenía su lógica interna, porque Euskadi daba por
entonces el tono más negativo y sombrío de los nacionalismos irredentos, y en
comparación el “oasis catalán” ofrecía un refugio de sensatez a una España
cosida con pespuntes, que se esforzaba en mantener y consolidar equilibrios internos
inestables.
Fue entonces cuando el Molt Honorable Jordi diseñó la
estrategia del peix al cove, la renuncia a un proyecto común a largo
plazo, para centrarse en la ganancia inmediata de una concesión cualquiera,
pequeña o grande pero aprovechable a corto término. Pareció el colmo de la
astucia. Cataluña ganaba en todas las variantes.
Ahora se da la situación inversa. Cataluña ya no es
garantía de estabilidad sino de desestabilización, y la brújula que guiaba en
los meandros de la política a Pujol, desaparecidas sus
cualidades magnéticas, no señala a ninguna parte. Los herederos de los
herederos de los herederos del prohombre acaban de sustituir el principio del peix
al cove por el tiro en el pie. Renuncian a gobernar, renuncian a negociar,
renuncian a implicarse en la política de las cosas. Se han quedado a solas con
su sueño de independencia degenerado en pesadilla.
No han desaparecido, cierto; aún innovan en el terreno de
la política. Pero con el signo cambiado. Todo lo que pueden ofrecernos está en
negativo.
El govern debe seguir su camino, con un repuesto
urgente en las conselleries afectadas. Hay presupuestos importantes
pendientes de aprobación, grandes políticas de infraestructuras en el
horizonte, medidas para promover energías limpias y luchar contra el cambio
climático. Cosas para hacer juntos, si bien ya no con Junts.
A estos, coloquémoslos con cuidado de no torcerles una pata
en su nicho ideológico correspondiente, al lado de la CUP, y cuidemos de
pasarles el plumero de cuando en cuando para quitarles el polvo.
Son una rareza, una anomalía curiosa, tal vez la subespecie
más singular de la biodiversidad histórica catalana.