jueves, 20 de octubre de 2022

CUARENTA Y CUATRO DÍAS

 


Lilli Palmer como Madame Fourneau, en “La Residencia”, película de Narciso Ibáñez Serrador (1967).

 

Hartos de las extravagancias de Boris Johnson, los tories británicos – mayoritarios pese a todo –hicieron un esfuerzo de sensatez hace cuarenta y cuatro días, y votaron ortodoxia de la buena para sustituir al histrión. Así, con el aval de unas primarias ganadas con holgura, llegó a la jefatura del gabinete la señora Liz Truss, una liberal de viejo cuño a la que no se conocen más vicios que el muy probable de la disciplina inglesa.

Liz es como la Madame Fourneau de La Residencia, película de Chicho Ibáñez Serrador que casi nadie recordará ya porque en aquella ocasión confundimos el mensaje. Creímos que el inventor de las Historias para no dormir nos quería asustar con el franquismo, y que podíamos reír después de haber temblado, porque habíamos ganado. No sospechábamos que otro monstruo seguía agazapado en el closet a la espera del momento oportuno para hacer su aparición en escena.

No se trataba del fascismo, en efecto, sino de algo que el fascismo envolvía entre sus pliegues y solo dejaba entrever en flashes cuidadosamente disimulados con la aplicación oportuna del fotoshop.

La señora Truss ha tenido la habilidad de presentar en público a la Criatura en sus justos términos, sin adornos ni efectos especiales. Lo que nos ha puesto delante de los ojos es la Ortodoxia Neoliberal, el invento definitivo sin afeites ni disimulos, rechacen las imitaciones. Bajar los impuestos directos, jibarizar el Estado social, premiar a las multinacionales y a la banca, recortar una y otra vez los restos del naufragio keynesiano del bienestar. A la porra los pobres, el trabajo no debe ser un medio de vida sino una condena perpetua; los salarios deben caer de forma continuada, y las tarifas, eléctricas u otras, subir y subir sin medidas correctoras que desmentirían la bondad implícita de la resultante de los movimientos de vaivén de los mercados financieros.

Liz Truss vino para salvar el mundo de las finanzas primero; y todas las demás promesas del mundo virtual neoliberal habían de sernos dadas por añadidura.

Se va por el foro cuarenta y cuatro días después. Sic transit, etcétera. Ni siquiera las élites financieras más contumaces han sido capaces de sostener a su paladina. Era la Bolsa o la Vida, después de que la nutrida audiencia se viera enfrentada en 3D y con sensurround al monstruo jurásico, que se abalanzaba sobre ella con las fauces babeantes.

Queda pendiente la cuestión de los amigos de Liz. Me refiero en particular a Isabel y Alberto, que han puesto sus mejores esperanzas en los mismos principios de la pionera. De momento no está pasando nada con ellos, porque no manejan los mandos del aparato real, sino tan solo juguetean con un simulador de vuelo mientras predican venturas celestiales.

¿Se imaginan lo que ocurriría si llegaran a hacerse con la dirección de la economía en crudo? Ustedes los conocen bien, les han visto y oído en toda la porfía que hemos vivido a lo largo del último curso de Antipolítica que han dictado a pachas entre el Senado y la Asamblea de Madrid.

Cuarenta y cuatro días al mando de todo serían una eternidad, para ellos y para nosotros. Seguro que no aguantaríamos entre todos tanto tiempo, ni siquiera aunque Tezanos dimitiera de su puesto en el CIS.

 


Liz Truss ha anunciado su dimisión. Farewell, My Lovely!