miércoles, 12 de octubre de 2022

LOS CELOS DE MONTALBANO

 


 

… Mais sans technique un don n’est rien qu’une sale manie…

G. BRASSENS, “Le mauvais sujet repenti”

 

Vi anoche por TVE el “último” Montalbano con una punzada de decepción. Los elementos de la larga trama estaban ahí, ahí comparecían los actores y elaboraban sus enredos los guionistas (menos uno, el propio Andrea Camilleri, ya fallecido cuando se rodó la historia). Pero la ausencia del Autor revelaba que la técnica no puede sustituir al don, al contrario de lo que declaraba Brassens en una de sus canciones emblemáticas.

Fue sin duda un esfuerzo plausible por alargar el éxito crematístico de una saga televisiva que se había quedado sin combustible. También, en su momento, se quiso continuar la historia de Pepe Carvalho obviando que Carvalho era Manolo, y se prolongaron las peripecias de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander a pesar de que Stieg Larsson había desaparecido. Son ejercicios de estilo no carentes de interés, pero efímeros por naturaleza. La dialéctica que une al personaje con su autor no es algo que se pueda transportar mecánicamente.

Por eso tiene un interés particular, en estos momentos de desconcierto, la lectura de Riccardino, la auténtica última aparición del personaje Salvo Montalbano. Ojo, estoy hablando del personaje literario, no del televisivo. Ojo de nuevo, de esa diferencia habla precisamente la novela a la que me refiero.

“Riccardino” presenta un juego pirandelliano, es decir, un Personaje que se rebela contra su Autor. Hay matices importantes, sin embargo. El personaje Montalbano se sentía razonablemente satisfecho del autor Camilleri, que ponía por escrito historias basadas en casos suyos que él le iba contando. La asociación aportaba beneficios a las dos partes.

Pero ahí se entrometió un tercer elemento, el Montalbano televisivo, que consiguió las cuotas más altas de audiencia en el país – e incluso en otros países – y se sintió con poder suficiente para dictar sus condiciones a la pareja autor/personaje. El Montalbano TV es más guapo que el “real”, más joven, más enérgico, más sexy. Cuando Riccardino es asesinado en la plaza de Vigata, delante de los tres sospechosos de haber deseado su muerte y de una colección completa de mirones, y comparece Montalbano para solucionar el caso, recibe tan solo una atención relativa: no es “el” Montalbano que la gente ama; la gente prefiere la pantalla a la “realidad”.

Lo cual provoca los celos del Montalbano “real”, que se lanza a investigaciones extravagantes e incluso peligrosas para darse postín en un asunto que muy posiblemente sea tan solo un tema de cuernos. Hasta que recibe una llamada telefónica del Autor, alarmado: «Salvo, me estás haciendo escribir una historia de mierda.»

Este y no otro es el verdadero final de la saga. Todo el equipo técnico habitual, incluido el mediático actor protagonista, pueden seguir confeccionando historias y más historias sobre el legendario personaje al que tanto hemos amado y amamos. Pero serán, sin equívoco posible, historias de mierda.