«¡Claro que hay
lucha de clases!», exclamó un día un representante conspicuo del Dinero. «Y la
estamos ganando.» Fuerza es aplaudir su sinceridad, cuando tantos Nicodemos nos
predican el fin de la historia y del trabajo, el pensamiento único, el
evangelio de la prosperidad a nuestro alcance, el new age de la concordia social, y otras bobadas más propias de
manuales de autoayuda.
Ahora el Dinero
apunta con sus poderosas baterías artilleras al derecho de huelga. Lean lo que
dice al respecto Antonio Baylos en sus «Reflexiones
sobre el derecho de huelga» (1). Comienza así: «El derecho de huelga está bajo presión. A nivel internacional, en un
ataque sin precedentes de clara finalidad antisindical…» Sigan leyendo
hasta el final. Pocos minutos dedicados a la lectura habrán estado mejor
aprovechados.
La huelga es la piedra de toque que
evidencia la falsedad de una concepción ideológica para la cual el Mérito es el motor de la economía, el
trabajo es mera mercancía indiferenciada, y el movimiento de los trabajadores –
lo que en tiempos de nuestros abuelos fundadores se llamó la clase obrera – es un
factor irrelevante en la gran apuesta que representa la construcción de la
Modernidad.
Bien, pero ahí está el derecho de
huelga, el principal instrumento de autodefensa de los trabajadores. Se trata de una baza que fue esgrimida con orgullo por el Estado social
y el capitalismo con rostro humano cuando el enemigo a batir en la lucha de
clases internacional eran los países del socialismo real. Entonces se aclamó la huelga como un bastión de la
libertad, una bandera del mundo libre. Ahora que aquella batalla concluyó y el enemigo derrotado
está en fuga, ha llegado el momento de recoger velas. ¿Por qué dar a
los trabajadores más derechos de los estrictamente indispensables? ¿Por qué,
apurando el argumento, darles ni siquiera los estrictamente indispensables? En
la lógica del Dinero, tal cosa es un despilfarro.
Pero subsiste todavía el derecho de huelga, si bien sometido a limitaciones y a sanciones legales severas. Se proclama el derecho sagrado
al esquirolaje, y los piquetes de extensión de la huelga tropiezan con barreras
policiales cada vez más agresivas. La policía, pagada por todos los ciudadanos,
vela por salvaguardar los derechos del Dinero, pero no los del trabajo. Y
siendo todo eso así, sin embargo no basta. Por esa razón se está montando toda
una ingeniería jurídica global, o transnacional, dedicada a ponerle puertas al
campo.
También en España la huelga es piedra
de toque. El errático dirigente socialista Pedro Sánchez
acaba de firmar un pacto antiterrorista con el gobierno que supone la
modificación del artículo 573 del Código Penal. Quizá no se ha leído bien el detalle
de los delitos que pasan a ser conceptuados como terrorismo. Este es el
redactado en cuestión: «Se considerará
delito de terrorismo la comisión de cualquier delito grave contra la vida o la
integridad física, la libertad, la integridad moral, la libertad e indemnidad
sexuales, el patrimonio, los recursos naturales o el medio ambiente, la salud
pública, de riesgo catastrófico, incendio, contra la Corona, atentado,
desórdenes públicos, tenencia, tráfico y depósito de armas, municiones y
explosivos, y el apoderamiento de aeronaves, buques u otros medios de
transporte o de mercancías, cuando se llevara a cabo con cualquiera de las
siguientes finalidades: subvertir el orden constitucional, suprimir o
desestabilizar gravemente el funcionamiento de las instituciones políticas, de
las estructuras económicas y sociales del Estado u obligar a los poderes
públicos a realizar un acto o a abstenerse. Alterar gravemente la paz social
(...)».
Si se espiga esa gavilla profusa de
conductas delictivas, aparece que los «desórdenes públicos» que «alteren
gravemente la paz social» serán considerados delitos de terrorismo. Todo
huelguista pasará a ser un yihadista en potencia. Son las maravillas que
propicia el redactado confuso de leyes concebidas como un cajón de sastre, y cuya
interpretación se deja luego a tribunales expertos en la práctica de la ley del
embudo. Es sabido desde siempre que todos somos iguales ante la ley, pero unos
somos más iguales que otros.
El próximo día 18 de febrero tendrá
lugar una jornada de acción mundial en defensa del derecho de huelga, convocada
por la CSI. José Luis López Bulla ha publicado
algunas reflexiones útiles sobre la jornada y su significación (2). Él me
ahorra encarecer la importancia de esta iniciativa.