Maurizio
Landini, secretario general
de la FIOM-CGIL, ha lanzado en una entrevista reciente en MicroMega (1) la
propuesta de una «izquierda social» que suceda – o renueve – a lo que él llama
la izquierda tradicional. ¿Renovar en qué sentido? Él mismo lo explica: la
izquierda tradicional (Bruno Trentin la llamaba vincente, triunfante en el sentido de que
ha eclipsado a otras izquierdas con concepciones o formulaciones divergentes)
concibe la política desde la lógica del poder, lo que la aproxima más de lo que
sería deseable a los planteamientos de los profesionales de la política de todo
pelaje, lo que algunos llaman la «casta». La izquierda social concibe en cambio
la política como un instrumento de participación. Estos serían sus ejes de
actuación, según Landini: «Unir, en el
plano sindical, las diferentes formas del trabajo, incluidas aquellas que no
están representadas por el sindicato, que, por lo demás, debe acometer una
renovación profunda. Y en el plano político, ofrecer un espacio común a todos
los que hoy se ven privados de representación.»
El plano sindical y
el plano político se entrecruzan y se potencian mutuamente en este
planteamiento. No se anuncia, por tanto, ni el fin del sindicato ni el fin de
la izquierda política, sino más bien todo lo contrario; porque se da un nuevo sentido
y un vigor renovado, diría que primaveral, a dos grandes instituciones que después
de haber representado mucho históricamente se encuentran en esta coyuntura en un
tramo descendente de su trayectoria parabólica y, de no enderezar el rumbo con
un golpe de timón enérgico, podrían acabar en un ángulo oscuro del salón de la
modernidad, «de sus dueños tal vez olvidadas, silenciosas y cubiertas de polvo.»
Al parecer, algo de
todo eso se habló en el curso de una larga e instructiva velada en Villa
Palmieri de Poldemarx (2). También se habló de Podemos, no faltaba más. Resulta
que a Landini le gusta más el modelo de Podemos que el de Syriza, y a nosotros,
que apenas acabamos de asimilar la novedad de Syriza, no nos cabe el asunto en
la cabeza. Se reprocha a Podemos su indefinición en muchos aspectos. El
reproche sería oportuno de no ser porque las izquierdas sesudas, sensatas y
profesorales están a la espera de que esos politólogos noveles les den un
objetivo concreto sobre el que descargar toda su artillería. Y ellos, hasta el
momento, hurtan el cuerpo a la crítica. No tanto por cálculo, entiendo yo, como
porque lo que manejan todavía tiene mucho de movimientista, de asambleario y de
improvisado.
Todo se irá decantando
en su momento, pero haremos mal si andamos con prisas exageradas quienes creemos
en la necesidad de la conformación de una izquierda atenta, tanto a la resolución
de las contradicciones concretas del trabajo, como a la extensión y al
fortalecimiento de los derechos de ciudadanía; es decir, una izquierda como la
que propone Landini o la que proponía Trentin. Porque conviene que nos demos cuenta también,
todos nosotros, de la fuerza que Podemos recibir de, y que Podemos insuflar en,
el experimento Podemos.
Si conseguimos
hacer confluir las sinergias.