En el blog de aquí
al lado, José Luis López Bulla ha pedido a Joan Coscubiela que, para favorecer la
causa del bien común, siga en la política institucional – en el Parlament –
cuando menos la próxima legislatura. Joan, como ustedes saben, ha anunciado su
intención de no repetir como candidato.
Yo respaldo la
petición de José Luis, pero solo a medias. Sería inconsecuente conmigo mismo si
lo hiciera, porque en su momento, en una coyuntura en la que yo mismo pasaba
por un trance personal de bastante amargura en relación con la política, aconsejé
a Joan que no entrara en semejante berenjenal, y que si lo hacía fuese en
corto, por derecho, y el menor tiempo posible.
En política
institucional hay personas que, a falta de otros saberes más útiles a la
comunidad, son expertos en romper las pelotas de los adversarios. Pondré tres
ejemplos, no sea que, dada la oscuridad habitual con la que me expreso, no se me haya entendido bien la expresión.
Pongamos que hablo
de Jordi Orobitg, de JxSí. Después de una memorable intervención de Coscubiela
en sede parlamentaria contra ese pingo jurídicamente impresentable al que
llaman pomposamente “referéndum unilateral de independencia”, Orobitg señaló: «Hay
personas que soñaron que serían ovacionadas como secretarios generales del
politburó y han acabado siendo aclamadas por la derecha más reaccionaria.» No
seré yo quien tenga que explicar al ínclito portavoz que tal cosa como un politburó
jamás estuvo presente en nuestras latitudes, que Coscu jamás aspiró a otra secretaría
general que no fuera la del sindicato, que no hay persona más impermeable a las
ovaciones del tipo que sean, y finalmente que la “derecha más reaccionaria” a
la que él señala es justamente aquella en cuya santa compaña ha votado en
Madrid su grupo de manera consistente, desde los alegres tiempos de euforia del
“president” por antonomasia, hasta ahora mismo.
Pongamos que hablo de Gabriel Rufián, que acusa a Coscu
de “no tener callos en las manos”. Extraña acusación a un sindicalista y
abogado laboralista, por parte de quien coloca la bandera estelada por encima
de los derechos sociales, y acepta por compañeros de viaje a Ítaca a los hereus de la gran burguesía barcelonesa sabiendo,
mejor que nadie dada su proximidad, que para ellos la aventura del procès no es otra cosa que un expediente
“astuto” a través del cual prolongar una hegemonía cultural y financiera cuestionada
hoy en el cap i casal.
Pongamos que hablo de Albano Dante Fachin, francotirador contra
su misma trinchera, víctima de celos patológicos y de ansias frustradas de
popularidad. En una sesión parlamentaria borrascosa en la que se debatía la
convocatoria del seudorreferéndum y una ley de transitoriedad zafia y
totalitaria, su principal preocupación fue la de intervenir a toda costa para
dejar clara la pluralidad de pareceres en el seno de su propio grupo. Desdeñó
aplaudir la intervención del portavoz, y ha pedido su dimisión en nombre de la “democracia”.
¿Dónde está buscando la democracia este hombre?
Resumo. Al parlamentario Joan Coscubiela le pediría el
sacrificio inmenso de seguir, siquiera por el bien de la claridad y la
coherencia; al amigo Coscu, no me atrevo a pedirle que continúe cuatro años más
como blanco favorito de los eternos rompedores de pelotas.