miércoles, 17 de marzo de 2021

EN ORDEN DISPERSO

 


Mónica García, cabeza de lista de Más Madrid en las elecciones a la CAM.

 

La batalla de Madrid se librará en orden disperso. Leo varios cálculos aritméticos que insisten en la casi proporcionalidad del voto, para concluir que la cuestión no tiene mayor importancia.

Sí la tiene.

Cada opción pedirá el voto para los suyos, y no, en cambio, para un proyecto común. Ese elemento imponderable resta fuerza y decisión a un espacio político tangible que se desea visualizar, pero que se desdibuja debido a la inexistencia de un proyecto ganador que arrope al conjunto.

Puede que finalmente las tres partes implicadas acuerden un pacto de no agresión mutua, y puede que las tres tengan números suficientes para sumar, pero haría falta algo más: la seguridad para el electorado de que hay un camino largo por recorrer juntos y que determinadas broncas han terminado ya para siempre.

Posiblemente la manera de irrumpir Pablo Iglesias en la refriega ha sido intempestiva y maleducada con los socios a quienes pedía candidatura unitaria, e incluso primarias. Esas cosas deben hablarse y pactarse antes de hacerlas públicas.

La respuesta de Mónica García ha sido desabrida y desalentadora. De modo que hasta el momento todo indica que las tres listas de progreso no solo competirán contra el tándem PP-Vox, sino además entre ellas.

Detecto en los amigos de FB que apoyan el liderazgo de Podemos una carga muy profunda de rechazo a las críticas de los afines, y de descalificación de quien no piense como ellos.

Imponer una solución determinada a aquellos de quienes se demanda colaboración, no me parece la forma adecuada de emprender este reto descomunal. Todos ─y no solo los “hotros”─ hemos de ser conscientes del envite, y comportarnos a la altura de su dificultad.

El problema no está en el espacio socialista, que es plural ─lo recalco─ pero vota unido, y tiene asegurado un porcentaje de voto estimable, posiblemente al alza. En la otra parte, si no hay modo de que UP y Más Madrid concurran juntos en una lista común, por lo menos debería darse entre ellos una pacificación de agravios pasados, una puesta en común de objetivos, y una voluntad común explícita de concurrir con el PSOE en un proyecto ganador para Madrid, signado por la seguridad de una lealtad recíproca.

El problema, entonces, está en cuál es la disposición con la que concurre a los comicios la izquierda de la izquierda: con qué planteamiento, con qué perspectiva, y con qué ambición.

No es lo mismo competir para ganar, que hacerlo para salvar los muebles. Esos son matices que capta a la perfección un electorado potencial al que nos empeñamos en calificar de “idiota” con una impaciencia y una agresividad que resultan contraproducentes.

Si queremos que la “gente”, la buena gente, nos siga, hemos de ofrecerle bastante más.

Ese es el reto real.