El
Gran Visir Iznogud, en la portada de un comic.
Elsa Artadi se va de la política. Bueno. Dice irse “harta
de la política”. No me extraña, considerada la política que hacía.
Se cumple una vez más la paradoja de Andreotti. En la
presentación de una de las múltiples formaciones de gobierno “pentapartito” que
Don Giulio presidió a lo largo de dos décadas, un periodista le preguntó si no
sentía el desgaste del poder. Y él, bienhumorado como siempre, contestó (no
cito de forma literal, sino por aproximación): «El poder desgasta, cierto; pero
desgasta mucho más la oposición.»
La oposición que más desgasta, permítanme este añadido
personal, es la que se ejerce en el seno mismo del poder, al modo del gran visir
Iznogud, que soñaba con derrocar al califa y ponerse él en su lugar. Hay
ejemplos recientes. A Alberto Rivera le arruinó un intento de sorpasso. A
Pablo Casado, la ambición de llegar al gobierno por cualquier medio. Mi
impresión personal es que Casado tenía la sensación insoportable de que, cada
día que pasaba en la oposición, estaba perdiendo dinero.
Volviendo a Artadi y a Cataluña, y pensemos lo que pensemos
del governet de Esquerra, por el lado de los Junts el problema no parece
ser de dinero; con todo, en lo que se refiere al poder, la formación sigue produciendo
un ruido ensordecedor, pero mejor no contar las nueces porque la historia es
muy distinta.
A la espera de acontecimientos más asombrosos, en Andalucía
se ha llegado ahora mismo a una candidatura común de las fuerzas a la izquierda
del PSOE, que será encabezada por Inmaculada Nieto, de IU. Podemos, según la
Junta Electoral, ha presentado su firma fuera de plazo. Es posible que el
tropiezo pueda remediarse, sin embargo. Sería chuli. Los buenos principios, dicen
algunos, son el peor presagio posible, de modo que, en este sentido, vamos bien.
Conviene de todos modos insistir en que una coalición de
gobierno se hace para gobernar. Durante la inminente campaña, el PSOE habrá de
proponerse mimar mucho a la neonata coalición, y esta, a la inversa, tratar con
mucho miramiento a los socialistas, para mantenerse ambos lejos del terreno
embarrado por tantos desencuentros previos. Lo mejor es enemigo de lo bueno,
dice la sabiduría popular, siempre escéptica. Al futuro gobierno de Andalucía los
candidatos de progreso habrán de llegar llorados de antes. La toma de posesión
debería ser una fiesta, en ningún caso la expresión cruda de la previa
insuficiencia de un manojo de ambiciones divergentes y frustradas.
No olviden la paradoja de Don Giulio: lo que desgasta no es
el poder, sino el no poder.