lunes, 16 de mayo de 2022

UN PROYECTO DE LARGO ALIENTO

 


Carolina Ortiz, secretaria de Organización de la FSC de CCOO-Andalucía, entre los dos ponentes del Diálogo inaugural de las Jornadas de Córdoba: Daniel Bernabé y Unai Sordo (este, en el uso de la palabra).

 

Un diálogo de alto voltaje dio comienzo a los trabajos de las Jornadas de Perspectiva en Córdoba. Daniel Bernabé habló desde el afuera de la organización; Unai Sordo, desde el adentro. El primero nos contó cómo nos han visto y cómo nos ven, desde la sociedad; el segundo reflexionó sobre cómo nos vemos nosotros a nosotros mismos. El título de la sesión era «Pasado, presente y futuro: sindicalismo y avance democrático». Lo que se dijo respondió plenamente a la expectación. Esta es mi tercera entrega sobre las Jornadas. Las dos anteriores las encontrará el lector curioso en:

http://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2022/05/la-revolucion-de-los-cuidados.html, y

http://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2022/05/la-cofradia-de-la-regla-dolorosa.html

 

Daniel y Unai hablaron de reconstrucción. El sindicato ha sobrevivido felizmente a un cataclismo, en el curso del cual distintos poderes fácticos y mediáticos han profetizado su desaparición inminente. Los muertos que ellos mataban gozan de buena salud, sin embargo. No es el sindicato lo que es preciso reconstruir, entonces, sino una realidad mucho más amplia y también más ardua: el trabajo, el valor del trabajo, su lugar central en un mundo y en una política globalizados.

Trabajo “decente”, o digno, enriquecido con valores de ciudadanía en una sociedad democrática e inclusiva.

De eso se trata, y es un proyecto de largo aliento. Su plasmación se prevé difícil, y el sindicato – los sindicatos democráticos, todos juntos en la medida de lo posible – no están en condiciones de hacerlo avanzar con sus solas fuerzas. Los obstáculos son muy grandes, y algunos de ellos están situados en el interior del propio activo sindical.

Habló Unai de la reforma laboral (RL), un proceso complejo que se está abordando a partir de una convergencia singular de vectores políticos y sociales confrontados por regla general. La RL es un logro inédito, señaló Unai. En ninguna de las reformas anteriores se había dado uno siquiera de los avances actuales en la condición concreta de las/los trabajadoras/es. Se iba marcha atrás y ahora se está en la dirección contraria, adelante de forma inequívoca.

Es sabido, sin embargo, cómo ha sido votada la ley a su paso por el Congreso.

Aún más serio, quizás, es el hecho de que el calado, la profundidad social de las reformas, no esté siendo bien comprendido en el seno del activo sindical. Unai confesó haber tropezado con una incomprensión de buena fe pero grave, en algunas reuniones internas en las que explicaba la RL. Transcribo los apuntes que tomé de sus palabras, excusándome de antemano por cualquier imprecisión o incomprensión mía: «Se aplauden las ventajas concretas alcanzadas. Pero no se entiende que no se trata de “venderlas” como se vende un producto a la clientela, sino de hacer que funcionen desde abajo, de modo que los nuevos derechos generen un empoderamiento de los trabajadores.»

Subrayo la utilización del término “empoderamiento”, que vivió entre nosotros una moda efímera hace algunos años, y que ha desaparecido casi del todo de la literatura usual. El empoderamiento real es, en este caso, la clave de bóveda del proyecto.

Dicho de otra forma, las reformas no valdrán si no alcanzan a cambiar también, por dentro y desde abajo, a sus beneficiarios los trabajadores.

Permítanme una digresión para terminar. El sindicato, en tanto que instituto de mediación sociopolítica, ha tropezado históricamente con dos trabas importantes: la primera es el corporativismo disfrazado de ultrademocracia, en el ámbito reducido de una asamblea de fábrica. Dar “todo el poder” a la asamblea es una forma rápida de equivocarse, porque la conciencia de clase es algo infinitamente más grande, más complejo y delicado que la conciencia de fábrica.

En empresas pequeñas, en cambio, es más frecuente una dificultad simétricamente distinta, el utilitarismo. Puede ser descrita así: “El sindicato nos resulta útil porque llega adonde no podemos llegar nosotros; pero de todo lo que nos plantea y nos ofrece, vamos a tomar solo aquello que nos conviene, y dejaremos pudorosamente en la bandeja el resto: es decir, las concesiones, las contrapartidas, los sacrificios.

Sin embargo, todo eso es necesario también para avanzar. Todo forma parte de la democracia real que deseamos.