jueves, 5 de mayo de 2022

LA MELANCOLÍA DE LA IZQUIERDA

 


Camille Pissarro: “Cosecha del heno en Eragny” (1901). National Gallery de Canadá, Ottawa.

 

Puede que sea por escrúpulo ético, o quizás por un exceso de ambición: en el territorio de la izquierda nos cuesta valorar la bonanza presente de los datos macroscópicos.

A valorar de forma adecuada esa bondad de los datos se han dedicado hoy mismo dos grandes amigos de andanzas sociolaborales, y colegas aventajados en el universo bloquero: son ellos Antonio Baylos (vean https://baylos.blogspot.com/2022/05/mas-y-mejor-empleo-los-datos-de-abril.html) y José Luis López Bulla (http://lopezbulla.blogspot.com/2022/05/sindicalismo-palabras-y-hechos.html).

No repito las estadísticas y los porcentajes que a ellos y a mí nos hacen felices. Tenemos un gobierno de progreso que se está comportando de un modo magnífico, unos sindicatos en un momento alto de experiencia y de influencia, una jurisprudencia y una doctrina innovadoras en el ámbito del derecho laboral, que están mejorando de forma sustancial las cuotas de protección y la igualdad de oportunidades entre los/las asalariados/as.

Siguen existiendo en el mercado de trabajo abusos impunes, injusticias descarnadas, insuficiencias graves. El dato que importa, sin embargo, es que van a menos, y que las conductas antisociales son penalizadas. Caso de que levantara la cabeza de su mausoleo en mármoles, Don Jorge Manrique se frotaría los ojos incrédulo, y se apresuraría a corregir el tono pesimista de sus Coplas a la muerte del maestre don Rodrigo: «Cualquiera tiempo pasado / fue peor», escribiría.

La ciudadanía todavía no ha entrado en la nueva expectativa optimista, si seguimos el tenor de las encuestas de opinión. La derecha, esa que reclama bajadas de impuestos y libertad de despido como piedra de toque de la política económica, podría gobernar de celebrarse elecciones generales mañana, según proyecciones de voto oficiales. No se adivina qué méritos han hecho para ello, a menos que computemos como tal el de despotricar. Una mayoría de españoles, según una encuesta no sé si fiable, pondría sus ahorros en manos de Feijoo antes que de Sánchez; aunque, eso sí, dejaría a sus hijos al cuidado de Yolanda Díaz antes que de Macarena Olona. Los ahorros se van y se vienen, pero por los hijos siempre nos sentimos con la obligación de hacer algo más.

Hay dos interpretaciones posibles de la tendencia señalada en las encuestas. La primera sería que tenemos una clase obrera de derechas. Me resisto – como gato panza arriba, advierto – a esa conclusión.

La segunda es que tenemos una izquierda melancólica, desconfiada y catastrofista, que razona como Groucho Marx en aquella ocasión: «Me niego a pertenecer a un club con un nivel de admisión tan bajo que admita como socio a un mindundi como yo».

Es una dificultad importante, porque necesitamos ese club. Necesitamos la confluencia de una izquierda muy combativa y muy plural en una gran plataforma electoral unitaria que multiplique su influencia y reúna el voto de progreso; necesitamos un tsunami de afiliación a los sindicatos democráticos como condición necesaria para dar vigencia plena, y no tan solo presencia vicaria, a una legislación positiva ya formalizada, que ha empezado a surtir efectos benéficos. Necesitamos un Estatuto de los Trabajadores adaptado al siglo XXI y a un escalón tecnológico (digitalización, autonomía, conciliación, entre otros temas) en el que tenemos que embarcarnos con más firmeza y decisión.

Con más alegría también, porque si los augurios de las encuestas son brumosos, el cielo de las estadísticas está despejando y anuncia una larga bonanza.