Lorena
Genzor, pastora vocacional, guiando su rebaño de vuelta hacia la majada en una tarde
equinoccial cualquiera.
“C’est
un peu comme Noël, Noël et ses trésors
Qui s’arrêteraient
chez nous aux Equinoxes d’or,
Les
bergers”
Jacques
BREL, “Les Bergers”
Nos movemos ya en los tiempos del “equinoccio de oro” como
lo llamó el Gran Jacques, ese lapso mágico en que el día y la noche recuperan
el equilibrio perdido por las exageraciones consuetudinarias de unos solsticios
imprudentes.
Equinoccio vale como tiempo de ponderación, de restitución.
Un tiempo organizado, con sus cuartos de hora puntuales y sus imaginarias
insomnes bien repartidas. Tiempo en el que los pastores adelantan ya el retorno
de sus rebaños a la majada desde los pastos altos, y un diputado extremeño del
PP puede ser capaz de votar en contra del brazo de madera, loado sea el cielo.
El caballero es reincidente, lo que solo puede significar dos cosas: o que no
le aprovechan los cursillos acelerados de voto telemático, o que le traiciona
un inconsciente freudiano al que repugna tanta antipolítica barata de bloqueo.
En el equinoccio dorado brotan setas deliciosas en el
mantillo de los bosques, y pueden brotar también milagros humanos tales como
una paz sin vencedores ni vencidos en Ucrania y en otros territorios igualmente
cruciales si bien menos sujetos a la inspección discriminatoria de la OTAN, una
organización engrosada durante el solsticio burlón hasta la hipertrofia, con
fines no publicitados por precaución sanitaria, y a los que el común concernido
no podrá tener acceso hasta cumplidos cincuenta años más de los cincuenta
reglamentarios para los secretos oficiales más nauseabundos. De todos estos comistrajos
geoestratégicos ha hablado hoy mismo sin desperdicio mi maestro JL López Bulla
en su blog (1).
También puede ser un buen momento para intentar reequilibrar
la ecuación beneficios/salarios, algo que cuesta un mundo enderezar. La
patronal se nos ha plantado, una vez más se niega a negociar. Curioso, las
pérdidas extraordinarias siempre se reparten, pero no, en ningún caso, las
ganancias extraordinarias.
El tema no es nuevo, y todos sabemos cómo se tira de manual
en tales casos. “¡Nadie se arrugue!”, nos anima Josep Borrell, que al parecer habla
de otra cosa pero qué le vamos a hacer, cada loco con su tema, este hombre es
incorregible.
Yo me he limitado – hoy mismo – a cumplir un año más, ni se
sabe cuántos llevo ya. Los editores del Calendario Zaragozano han tenido la
amabilidad de advertirme mediante un SMS de que rebasar los límites de la
esperanza de vida es peligroso, y a medio plazo podría incluso conllevar
consecuencias fatales. Sí que lo siento, y os aseguro formalmente que estoy haciendo
lo que puedo por morir un poco todos los días. Soy inflexible como el que más,
en esto de morirme; eso sí, de muerte lenta.
Os emplazo entonces hasta el próximo equinoccio, el de
primavera. Sed felices, que yo procuraré imitaros. Todo mi agradecimiento a
quienes estáis inundando de felicitaciones mi cronología de Facebook. Que la
felicidad funcione a la recíproca.
(1) Ver http://lopezbulla.blogspot.com/2022/09/guerra-y-paz-tregua.html