“Cómo
sobrevivir siendo joven en Madrid, la capital de las viviendas inasequibles y
los trabajos precarios” (fuente, El País)
Un excelente reportaje de Patricia Segura en El País
muestra las dificultades de los/las jóvenes para abrirse paso en un mercado
laboral dislocado y tramposo.
Los jóvenes acuden a Madrid, porque es el lugar de las
oportunidades: prácticamente el único, dado el marasmo que invade desde hace
años a toda la España que no es Madrid.
La capital les acoge con “viviendas inasequibles y trabajos
precarios”. Hay más problemas, si se entra en el fondo del artículo: nada nuevo
por lo demás, trabajo real disfrazado de contratos de formación sin salario,
por ejemplo. Los chicos siempre pueden hacer horas mal pagadas como camareros en
bares de copas, hasta las tantas; para las chicas, no es cosa.
Quienes pueden refugiarse en una casa paterna, aunque sea diminuta
y en el extrarradio, lo tienen un poco mejor. Todos han llegado a Madrid con estudios
cualificados y grandes esperanzas. Todos esperan que de pronto salte la liebre
de un huequecito en lo “suyo”. Mientras tanto, sobreviven con la inquietud
creciente de qué va a pasar mañana.
La pandemia ha sido otro hándicap sobrevenido, fortísimo. Una
muchacha declara tener lloradas prácticamente todas las estaciones del Metro de
Madrid. La generación que irrumpe se ve obligada a recalificar sobre la marcha lo
que tenía aprendido en la familia y en la escuela acerca de abstracciones tales
como la vida personal, el trabajo, la formación de una familia, el porvenir.
A ver, simplificando: la vida va por un lado; el curro,
cualquier curro, se toma según viene y mientras dure; y la profesión y la
familia soñadas se aplazan hasta un futuro muy, muy problemático, que tal vez aparezca
un día si hay suerte y si esa suerte no resulta demasiado huidiza.
Las soluciones provisionales adoptadas por esos/as jóvenes
en Madrid son siempre individuales. La mayoría están desgajados de sus
familias, que todo lo más les ayudan económicamente desde lejos. Carecen de una
vía de avance colectivo mínimamente eficaz hacia situaciones laborales más seguras y “decentes”.
Todo queda al albur, y la competencia es fuerte entre los desposeídos de todo.
Es injusto acusar de “fachapobres” a ese colectivo, por el
hecho de que sus componentes tiendan a abstenerse en unas elecciones políticas
a las que no sienten convocados, y no se afilien a unas organizaciones
sindicales que poco pueden influir en un inframundo laboral en el que ellos están
sumergidos. Solo un cambio profundo en unas estructuras económicas y jurídicas
actualmente enquistadas, acompañado de un potente impulso para la creación de
empleo diversificado, decente y abundante, en el sector público y en el cooperativo y en distintos territorios, podrían
conseguir que este colectivo marginal y marginado “sumara” en la concreción de
una alternativa de progreso real, con partidos y sindicatos más nutridos,
activos y eficaces.
De eso se trata ahora. Es la única alternativa viable de
futuro.