Lo malo que tiene Feijoo es que se le nota todo. Lejos del
arquetipo del gallego que nunca se sabe si sube o baja la escalera, a él se le
notan las ganas de subir a toda costa, y lo incómodo que se encuentra en el
rellano. Le llega mucha presión desde las alturas, y hay muchas sinecuras pendientes
de repartir entre los fieles de las bases. Feijoo, con sus modos de señorito, está
dispuesto a “llegar”, atropellando a quien sea. Quiere hacer efectivo (en cash) el crédito
de los sondeos, cuando los sondeos ni siquiera le garantizan una mayoría
adecuada, ni aun con una ayudita de Vox, opción que ahora al parecer no está tan
mal vista por el Grupo Popular Europeo.
En una primera etapa, Feijoo ha propuesto a Sánchez un apoyo
homeopático hasta el final de la legislatura, si solo cambia a los ministros
que no son “suyos” (léase, los de Unidas Podemos). Después, en las próximas
elecciones los dos estadistas se jugarían el bote acumulado a la carta más
alta.
La artimaña tiene escaso recorrido. Sánchez no está apurado
en ningún sentido, la legislatura va viento en popa, las alianzas parlamentarias
responden y las leyes se aprueban. Queda pendiente el desafío serio para el
otoño que propone el sindicalismo confederal, al reclamar subidas salariales
acordes con la subida en flecha del coste de la vida, mientras la patronal,
beneficiada por el alza de los precios, se llama andana en esta situación en
particular.
Una posición de equidistancia institucional en la refriega
social sería agradecida por la patronal, dado que la ministra de Trabajo y su
equipo se están significando de forma pública en favor de la reclamación de los
sindicatos. Los salarios deben subir, y los beneficios empresariales extraordinarios
deben ser contenidos, en aras de una salida más respirable al impase en el que
se encuentra un mercado deprimido en el que una gran parte de la
fuerza de trabajo no acepta ya los salarios míseros, las horas extra no pagadas
y las condiciones abusivas que ofrecen, en sectores neurálgicos, unos empresarios demasiado acostumbrados a aprovecharse del apuro de personas que
subsisten por debajo del umbral de la miseria.
Pero no será Feijoo quien gane o pierda esa escaramuza de
otoño. Nada puede ofrecer a Sánchez porque su postura está ya fijada en el
conflicto. Entre las cuatro ideas genéricas y mal cosidas que defiende, están la
bajada de impuestos a los empresarios y la contención salarial. El etéreo apoyo
que ofrece al gobierno a cambio de la destitución de Yolanda Díaz no llegaría
más lejos de unos dogmas neoliberales reciamente asumidos desde el fondo de un
estómago agradecido, y por tanto indiscutibles. En ningún caso puede pensarse
que llegará hasta el non plus ultra de la neutralidad institucional, y la
neutralidad institucional ya la defienden muchas otras personas, en el gobierno
y en la sociedad.
Resumiendo, lo de Feijoo ayer ha sido un globo sonda, o más
bien un episodio más del “Quiero ser califa en lugar del califa” que
atormentaba al visir Iznogud en aquellos cómics de culto dibujados por Jean
Tabary (1930-2011) con guión de René Goscinny (1926-1977).