No pasa nada si, en las páginas amarillentas guardadas en
una hemeroteca, no nos resultan reconocibles acontecimientos que vivimos en
primera persona. Por un lado, nuestra memoria personal es débil y fluctuante, y
como dejó escrito Marcel Proust sobre las intermitencias del corazón, nunca
estaremos del todo seguros de si estamos viviendo un gran amor, o un enojoso
paripé, o uno y otro alternativamente según los días.
Por otro lado, la memoria de las hemerotecas tiene sobre la
nuestra la ventaja de ser muy firme (todo está impreso negro sobre blanco), pero
depende enteramente del enfoque y el sesgo que se le ha dado en origen: y ese
varía a rachas en función de dónde sopla el viento.
Lo que nos dicen las portadas de las grandes cabeceras de
prensa nos produce, pasados pocos días y la correspondiente acumulación de
eventos, un estupor considerable: no se trataba de información objetiva, sino
de persuasión y propaganda. Hoy la noticia puede posicionarse a favor de un
político y mañana de otro, y prácticamente todos los días a favor de los
intereses de don Florentino Pérez, presidente de ACSA, y Sánchez Galán, ídem de
Iberdrola, que son los que financian la cabecera. La relación del periodismo con
la verdad escueta es cada vez menor, pero eso no impedirá que dentro de treinta
años los periodistas y los historiadores desentrañen, a través de esos
titulares a varias columnas manipulados sin rubor, las vivencias palpitantes de
un país resumidas en una línea de tendencia, donde sus numerosas
contradicciones y miserias habrán quedado pudorosamente ocultas.
Lo digo de buena tinta, porque el fallecimiento de Mijaíl
Gorbachov ha provocado el regreso repentino de un aluvión de titulares de
prensa rancios, y de valoraciones tan bombásticas como desfasadas. Como si hubiéramos
vuelto al instante mismo en que todo ello fue escrito. Como si después no
hubiera pasado nada, aún, y ninguna lección pudiera aprenderse de lo sucedido.
El capitalismo como la frágil princesa en peligro inminente,
Ronald Reagan como el paladín a caballo que acude a salvarla, Gorby como el
dragón amistoso que elige sacrificarse y muerde con gusto el polvo neoliberal.
Un meme.