miércoles, 14 de mayo de 2014

DE LA INDIFERENCIA A LA NO DIFERENCIA

Los oráculos más acreditados auguran malos tiempos para la lírica. En vano se esfuerza Mariano Rajoy en anunciar al mundo día tras día buenas noticias para el mes próximo y mejores aún para el siguiente: la ciudadanía no está por la labor, las fuerzas vivas se encogen de hombros y la valoración del carisma político del presidente en términos de sondeos de opinión se aproxima infinitesimalmente a la raíz cuadrada de menos uno. Tampoco en los cuarteles del primer partido de la oposición está la militancia para tirar cohetes: el descenso de sus expectativas es simétrico al del gobierno, y la desafección de su electorado está tomando proporciones superiores a las del deshielo de la Antártida.

Dos analistas políticos agudos, Sol Gallego Díaz y Miguel Ángel Aguilar, han coincidido en detectar en las dos formaciones básicas del bipartidismo patrio indicios de una misma estrategia, la de fomentar la indiferencia del votante con una campaña europea cansina, rutinaria y repetitiva. Curioso expediente, este de alejar a los demócratas de las urnas. Una abstención elevada sería el recurso más eficaz para preservar el cupo de electos de cada cual. Con una participación en torno al 80% los pronósticos auguran la invasión galopante del pluripartidismo y del radicalismo (que viene a ser lo mismo), la desestabilización de la escena política, la ingobernabilidad, el caos, y lo peor de todo, la mala imagen delante de los socios europeos. Con la mitad de participación, el 40% más o menos, todo quedará disimulado porque un escaño europeo valdrá solo la mitad de votos, y eso es más asumible. En este contexto, las elecciones europeas dejarían de ser significativas ni siquiera como “muestra fiable” para las municipales y las generales, y se les asignaría un valor nulo de cara a las expectativas de los grandes partidos en las próximas contiendas.

El ingenioso expediente sirve para salvar los muebles en el corto plazo, pero ¿y luego? Ni Mariano ni Alfredo, nuestros dos prohombres, se sienten con fuerzas para dar un golpe de timón en las presentes circunstancias; lo suyo de siempre es contemporizar. De ahí que empiece a barajarse en los cenáculos a la moda  una idea no muy luminosa pero sí bastante práctica: la de sumar los reducidos esfuerzos al alcance de ambas formaciones, en vez de restar como se venía haciendo hasta ahora. Se acabarán las descalificaciones, las herencias recibidas y los “y tú más”. Nadie está del todo seguro de lo que dará de sí la suma de dos raíces cuadradas de menos uno, pero las calculadoras de bolsillo ya están echando humo. Después del diluvio de las generales, dicen, brillará el arco iris de la Gran Coalición. Después de la indiferencia, vendrá la no diferencia. “España lo necesita”, ha afirmado en una entrevista Felipe González. La estabilidad y la gobernanza del país estarán aseguradas para un ¿largo? ciclo político. Partiendo de la nada, nos habremos elevado hasta las cimas de la más absoluta miseria.