Hablando en plata, el motivo de los despidos no han sido
cuestiones relacionadas con la productividad ni con la economía, sino un comité
que daba demasiado por culo. La dirección ha sido implacablemente sorda a
cualquier negociación durante los últimos durísimos siete meses, a pesar de los
esfuerzos de mediación llevados a cabo desde distintas instancias jurídicas y
políticas. La empresa ha esperado hasta que la ley ha atendido las supuestas
razones que esgrimía para lanzar su verdadera propuesta: no quiere menos
plantilla, quiere una plantilla más dócil.
Sólo que si los argumentos atendidos por la Audiencia no eran
reales, en este asunto se ha producido un fraude de ley. La sentencia favorable
a la empresa debería ser considerada nula, y toda la causa volver a su inicio.
No es posible hacer tal cosa, por supuesto, entre otras razones porque no
conviene a ninguna de las partes en litigio, después del terrible desgaste de
una lucha tan larga. Pero cabe esperar con expectación la solución que se dé al
caso. Dejar salirse a la empresa con la suya significaría una vulneración (una
más) de la Constitución
y otro rasgón en el tejido mal remendado de nuestro estado de derecho. El
profesor Baylos advertía días atrás en un artículo luminoso de lo que se está
haciendo hoy mismo en el terreno de la reforma laboral: no sólo es que se han
reducido por ley los derechos escuálidos y las magras garantías de los
trabajadores, es que además esa legislación regresiva ni siquiera se cumple.
Por todo ello resulta cuando menos sorprendente el comentario
hecho a bote pronto por el conseller de Empleo de la Generalitat , Felip
Puig: "Esperamos que los trabajadores vean,
después de esta sentencia que no es favorable para ellos, que la empresa está
haciendo un gesto de buena voluntad (1). "La periodista que da la noticia en El País
especula con la posibilidad de que el honorable conseller no conociera la
propuesta concreta de la dirección de Panrico, en el momento de hacer dicha
declaración. Es preferible pensar que en efecto ha sido así, por lo que
quedamos a la espera de una rápida rectificación, a ser posible rotunda.