jueves, 22 de mayo de 2014

SOBRE LA UTILIDAD DEL VOTO

Merece atención la última entrega de Javier Aristu en su blog “En campo abierto”. Es en principio algo sorprendente: un análisis del voto de las elecciones europeas antes de que dicho voto se haya consumado. Antes de la votación misma.

¿Por qué no? Lo que intenta Javier con ese tour de force no es una mera constatación de la correlación de fuerzas existente, sino un último estímulo a votar lo que de verdad importa, desde una fundamentación diferente del acto mismo de votar. De la lectura de su artículo, y eso es lo que cuenta en definitiva, se deducen motivos poderosos para ir a votar el domingo, y para votar con sentido, más allá de una doble rutina: la rutina del voto útil y la del voto de castigo.

El voto “útil” se refugia en la necesidad de una gran fuerza numérica para cambiar las cosas. Y es cierto que con el voto mayoritario, conjunto en muchas ocasiones, de nuestras dos grandes opciones de voto, se han cambiado en los últimos años muchas cosas así en el cielo como en la tierra, así en España como en Europa. Todas para peor. Detrás del reclamo al voto útil vienen el reclamo a la cordura, el no hay alternativas, la apelación a las servidumbres de la gobernabilidad. Es un camino trillado de tan transitado, y todos sabemos a dónde conduce.

El voto “de castigo” son las banderillas de fuego que colocamos a los “nuestros”, a los que a pesar de los pesares seguimos considerando nuestros, para estimular su combatividad desde un contexto de insatisfacción con su comportamiento. Votamos ahí donde más les puede doler. Es un voto de recorrido muy corto y de perspectivas mediocres. Ha permitido la presencia fugaz en diversos parlamentos de personas como el empresario jerezano Ruiz Mateos, el dirigente deportivo Laporta o el disidente gubernamental Álvarez Cascos. Todos sacaron provecho personal de ese voto, pero ninguno lo llevó demasiado allá.

Se constata una intención de voto de castigo en los sondeos de las europeas, pero en esta ocasión se trata de algo más: el voto de castigo como voto útil. Es decir, una intención de encontrar alternativas de mayor calibre y solidez, delante de la actitud ensimismada o insensible de quienes día a día, decisión a decisión, omisión a omisión, van dejando de aparecer como “los nuestros”. Y no me estoy refiriendo únicamente a los dos polos de nuestro bipartidismo, la desafección invade todos los departamentos de la vida política, y la gente (ah, la gente, un concepto ambiguo, casi una simple muletilla para adornar el discurso político; y sin embargo todo empieza con ella, todo depende de ella), la gente apronta otros recursos, se agencia otras alternativas, por lo general en los márgenes de la vida política oficial, pero también interpelando a los políticos de profesión. En el merchandising electoral, frente a la comodidad rutinaria de los grandes supermercados en los que se encuentra “de todo” pero nada enteramente satisfactorio, empiezan a aparecer como alternativa válida las pequeñas boutiques con encanto. Las grandes opciones, sobre todo en el terreno de la izquierda, deberían tomar buena nota de ello.

Este es un asunto de Sociedad, dice Javier. De Sociedad con mayúscula. Ahí le duele. Un terreno que hace muchos años la Política (también con mayúscula, faltaría más) ha dejado de pisar.

Javier señala tres grandes terrenos de los que extraer utilidad para nuestro voto: el trabajo, la pluralidad, la convivencia. Tres grandes objetivos para España y para Europa, porque necesitamos en estos momentos de crisis y de transición subir las apuestas, conformar un gran marco distinto de como es, variar las perspectivas, dar mayor amplitud y respiro a los proyectos.

Y como remate y conclusión de su alegato, también él invoca con fervor a San Bruno (Trentin). Los demás hermanos legos de la extensa orden monástica de los trentinianos le coreamos con gusto: «¡Amén!»