sábado, 10 de mayo de 2014

LA FIDELIDAD DE RAIMON

Desde mi butaca en el segundo piso de un Palau de la Música abarrotado, y mientras presenciaba uno de los recitales más redondos y completos de Raimon a los que he asistido (y han sido muchos), se me ocurrió que la fidelidad inquebrantable de su público es un reflejo de la fidelidad del propio cantante y poeta a sí mismo. «T’he conegut sempre igual», fue su elogio en los años oscuros a Gregorio López Raimundo. Nosotros, su público, podíamos habérselo cantado a él anoche.

Dos imágenes de una fuerte carga simbólica dan título a dos de sus primeras canciones y recorren a partir de ahí toda su poesía: “el vent” y “la nit”. El viento sopla en contra, estamos expuestos «al vent del món». Constatación metafísica quizás, pero más tarde, y sobre todo, expresión de un compromiso civil:«Encarat sempre amb el vent / a contracorrent m’he fet.» Lo mismo ocurre con la noche: es una enemiga existencial («… de cremar amor nit vella / de sentir la mort tot sol. / La nit. / La nit és llarga, la nit»), y también portadora de amenazas muy palpables para unos militantes clandestinos que temen que el ascensor de la represión se detenga en su piso: «… jo i tu impotents front a la nit: / aquesta vella, odiada nit.» Y en otro poema, enlazado al anterior: «Ells arribarien de nit, n’érem segurs.»

Se produjo en un momento crítico, para suerte de Catalunya, el encuentro y el reconocimiento mutuo de dos grandes figuras de una cultura ninguneada desde el poder, ambiciosa en las formas y resistencial en los contenidos: Raimon cantó a Salvador Espriu, y Espriu escribió versos para que Raimon les pusiera música. Y se constata la continuidad de las mismas imágenes, en textos de Espriu con la voz de Raimon:«elevem en la nit un cant a crits»  y «home salvat en poble contra el vent» (en Indesinenter), «Però ara és la nit, i he quedat solitari…» (Cançó de capvespre), «Amb el vent contra tu, cavalls salvatges»(Cancó del triomf de la nit), «Ah, joves llavis desclosos després de la foscor, si sabíeu como l’alba ens ha trigat, com és llarg d’’esperar un alçament de llum en la tenebra!» (“¡Ah, labios jóvenes abiertos después de la oscuridad, si supieseis cuánto ha tardado el alba, qué larga ha sido la espera de una luz que se alza en la tiniebla!”, Inici de càntic en el temple.)

Y también cuando Raimon puso música y voz a la gran literatura en lengua catalana, fue a elegir las mismas imágenes en la obra de Ausiàs March: «Veles e vents han mos desigs complir…» (Velas y vientos han de satisfacer mis deseos), «Lo jorn ha por de perdre sa claror / quan ve la nit que expandeix ses tenebres…» (El día teme perder su claridad al llegar la noche que extiende sus tinieblas.)

Hay una gran consistencia en el mundo de imágenes poéticas de Raimon, en particular las que se refieren a vivencias no estrictamente individuales, a las «que jo sent junt amb altres», “que siento junto con otros”. La secuencia completa viene a ser la siguiente: Contra el viento, en la noche, el canto quiebra el silencio del miedo, «de la por». Y ese canto, que expresa un rechazo, un gran No, se hace colectivo, coral: «Diguem No», «No anirem al darrera d’antics tambors», «Nosaltres no som d’eixe mon», «No em trobe sol, company, no et trobes sol.» He ahí el “mensaje” inequívoco del primer Raimon, del Raimon que sigue imperturbable entre nosotros. (Qué gran acierto el prólogo del recital de anoche a cargo de la coral infantil del Orfeó Català. Nada más apropiado que un conjunto de voces de niños para entonar “D’un temps, d’un país” y “Diguem no”.)

Junto a las imágenes, consistencia también en el instrumento: la lengua. Nunca ha querido Raimon utilizar en su carrera otra distinta de su lengua materna. Dos adjetivos para ella: estimada, maltractada. Y por fin, consistencia en la fuente de su inspiración, en ese fondo colectivo del que surge la canción: el pueblo, la gente, las calles repletas de hombres y mujeres que trabajan «als petits tallers, a casa o al camp.» No hay mística ni glorificación en la lucha antigua, sorda y constante de esa gente, «gent que anomenen clases subalternes», «gent sense místics ni grans capitans, / que viuen i moren en l’anonimat.»

Un cronista del recital del Palau ha apuntado la hipótesis de un “alejamiento” progresivo de Raimon de la política. No lo creo. La palabra alejamiento implica cambio de posición relativa, y Raimon siempre ha estado en el mismo sitio. «Ara digueu: ens mantindrem fidels per sempre més al servei d’aquest poble», ha cantado y sigue cantando con palabras de Espriu. Esta fidelidad a sus raíces («qui perd els orígens, perd l’identitat») sigue presente, poderosa, intacta. Quizás, pienso yo, no ha sido Raimon quien se ha alejado de la política sino la política, y me refiero a la política partidaria, la que se ha alejado de Raimon. No de él en particular, claro, no hay nada personal en este asunto. Quizás la política, enfrascada en magnos empeños superestructurales, se ha alejado del pueblo, de la calle, del trabajo, de las clases subalternas, de todo lo que Raimon canta y sus seguidores cantamos con Raimon.