Felipe
González ha declarado, en referencia a los resultados de Podemos en las
elecciones europeas, que «sería una catástrofe una alternativa bolivariana». No
es el primer caso, pero sí tal vez el de más empaque, de próceres políticos que
se ofrecen para ejercer de guardabosques voluntarios y cerrar decididamente el
paso a furtivos en el bosque protegido de la política patria. El bolivarismo
resulta ser, en las palabras de nuestro ex presidente, un riesgo mayor para
nuestro boyante estado de derecho que el troikismo. (Atento, lector, lee
despacio. No me refiero a los partidarios de Trotski, sino de la troika.)
Rectifico la frase anterior: el bolivarismo sí es un riesgo, para Felipe; el
troikismo o lagardismo, no. O al menos, no considera necesario u oportuno
mencionarlo. Será porque no considera una catástrofe lo que nos está ocurriendo
ya.
En
unos momentos en que los mismos o parecidos próceres apelan a la presunción de
inocencia para defender que sigan impertérritos ocupando sus escaños los más de
quinientos políticos a sueldo de las instituciones encausados por corrupción,
cohecho y/o tráfico de influencias, se somete al recién llegado Pablo Iglesias
a un severo juicio de intenciones. Normal. Y es que un temblor sacude a nuestra
casta: la posibilidad de que se abran las puertas, que el aire fresco entre en
el sancta sanctorum, que un viento purificador venido del exterior aviente a
quienes durante lustros han hecho de la política su coto privado y
espléndidamente remunerado.
De
Grecia me llegan noticias parecidas, con la diferencia de que allí la situación
es más urgente. Al fin y al cabo, el peligro en España es que una alternativa
de izquierda pueda crecer,
pero allí Syriza se ha aupado como el primer partido en número de votos, y el
peligro ya no es que crezca más, sino que, con lo que tiene, pueda gobernar. Todas las noches de
todos los días de la semana la televisión “pública”, propiedad de Nueva
Democracia, dedica largos debates y mesas redondas a maledicencias en torno a
Alexis Tsipras y descalificaciones de Syriza. Los argumentos son parecidos a
los de aquí, pero llevados a un punto mayor de alarma: Syriza es un peligro
para la democracia y para el estado de derecho helénico. Supone una involución
imprevisible en los estándares de libertad, transparencia y honradez que tan
alto han colocado tanto Nueva Democracia como el PASOK.
De
modo que, para los tertulianos de la televisión helénica, el peligro cierto y
constatado para el régimen de libertades y bienestares que impera en el país no
consiste en que ninguna de las dos beneméritas formaciones a las que pertenecen
acceda a un pacto de gobierno con Syriza, ya que ambas tienen bien imbuidos los
principios éticos en su ADN; el peligro real es según ellos que Tsipras pacte
con la opción que consideran más afín ideológicamente a Syriza en el espectro
político griego. ¿Cuál? Lo habéis adivinado, sagaces lectores: los neofascistas
de Amanecer Dorado.