viernes, 30 de mayo de 2014

LA CASTA CONTRA PODEMOS

El término “casta” acuñado por el profesor Pablo Iglesias para describir al establishment político recuerda poderosamente la imagen del “recinto” empleada en el mismo sentido por Fausto Bertinotti. Ambos remiten a un espacio cerrado, excluyente y claustrofóbico que sólo puede ser desalojado y purificado a partir de una irrupción desde fuera: de los “bárbaros” en la imagen de Fausto, del “pueblo” en la de Pablo.

Pues bien, la casta ha reaccionado de forma desabrida contra el planteamiento – beligerante, pero legítimo en democracia – de Podemos. Si ya antes de la jornada electoral Ramón Jáuregui declaraba no comprender el voto a opciones pequeñas «que no han acreditado nada», a partir de la noche del 25 el goteo de descalificaciones se ha convertido en riada: desde “frikis” (término del que no se excluye a don Carlos Jiménez Villarejo, titular durante años de la fiscalía anticorrupción, y quizá es ahí donde les duele) hasta “bolivaristas”.

Prácticamente todas las piezas de la acusación en el pleito Casta vs. Podemos aparecen en un editorial de hoy, 30 de mayo, en El País, bajo el título «El recién llegado». El texto es digno de un detallado estudio semiológico. Bajo una cobertura superficial de aprecio («Lejos de ningunearle, los demócratas tienen que felicitarse…»), las descalificaciones se suceden, siempre en un tono subliminal y mirando al tendido, al modo clásico de las puñaladas traperas. He aquí un recuento: «… se apoya en la frustración… comunicación barata… voto de castigo… acentos populistas… hasta ahora contrario a la democracia representativa… inexistente cuatro meses atrás… mensaje simplificador… 5 de los 54 escaños… sus primeras sugerencias tácticas tienden a abrir la puerta a acuerdos con IU para las siguientes elecciones, lo cual da idea de la medida de la representatividad que espera de sí mismo.»

Es sólo un exordio. De inmediato el editorialista emplaza a la nueva formación a «respetar las reglas del juego y a explicar sus zonas de sombra.» Hay una dosis desmedida de prepotencia en esa exigencia. ¿Cuáles son las “reglas” que Podemos no cumple y debe respetar? ¿Qué “juego” es ese? ¿Se refiere el editorialista a lo que podemos adivinar dada la deriva reciente de la política española? ¿Está pidiendo al catecúmeno que se someta a una iniciación en los ritos de la casta? Y en cuanto a las “zonas de sombra”, ¿a qué viene exigir explicaciones a priori al recién llegado cuando los de siempre se niegan desparpajadamente a explicar a posteriori sus vergüenzas, y no digamos ya a dimitir, en casos de delitos acreditados fehacientemente en los órganos judiciales?

Si son esas las reglas del juego que han de respetar los intrusos, más vale que la “casta” vaya abandonando ordenadamente el “recinto”, y el último en hacerlo se ocupe de apagar la luz. Y si el editorial de El País ha sido redactado o sugerido desde Ferraz, posibilidad no descartable para espíritus muy susceptibles y desconfiados, sería un indicio pésimo acerca de la sinceridad de los propósitos de renovación y transparencia de la formación socialista.