sábado, 31 de enero de 2015

JUZGADLOS POR SUS PROPUESTAS, NO POR SUS CURRÍCULOS


Corren malos tiempos para los pringaíllos, Don Bártolo ha resuelto ajustarse la toga. Antes incluso de que entre en vigor la nueva ley española de antiyihadismo universal, la guardia urbana de Barcelona, reconocida en el mundo por su celo en el cumplimiento del deber, ha dado unos curros a un joven dominicano por si acaso no era suyo el iPad que llevaba.
Cuando ingresé en la mili los veteranos, después de señalarme el clavo en la puerta del cuartel en el que debía dejar colgadas mis joyas de la familia, me aleccionaron acerca de cuál era el “verdadero” primer artículo de las Ordenanzas militares. Rezaba así: «El quinto, por el mero hecho de serlo, será severamente castigado.» El artículo sigue en vigor; ahora que ya no hay ni mili ordinaria ni por consiguiente quintas, póngase cualquier otro sinónimo en lugar de “quinto”.
Manifestaciones recientes de ese principio inamovible son los expedientes abiertos a dos dirigentes conspicuos de un determinado partido político; al uno, por posibles irregularidades en la declaración tributaria de unos trabajos de asesoramiento en Venezuela; al otro, por incumplimiento de las condiciones sobreentendidas de realización de un trabajo universitario por el que recibía una beca. Sorprende tanta severidad en nuestro Ministerio de Hacienda, después de un largo período consuetudinario de barra libre a los caudales públicos para parientes, amigos y amiguetes, con un larguísimo listado de implicados sub júdice en tropecientas mil trapazas y enjuagues dentro y fuera de sus oficinas. Sorprende asimismo el manto de moralidad estricta con el que de pronto cubre nuestra Alma Máter un largo historial de endogamia, por no llamarlo cama redonda, en relación con sus integrantes. ¿A qué vienen esos repentinos ataques de cuernos en instituciones tan bonachonamente consentidoras con quienes ocupan los peldaños más altos del escalafón?
No estoy excusando irregularidades de currículos ni pequeñas defraudaciones al fisco, lo subrayo para que se me entienda. Sería inadecuado e improcedente extender el manto de impunidad a la gente de Podemos, también «por el mero hecho de serlo». Pero intuyo que tanta severidad viene del síndrome de que hay que cerrar el paso como sea a la avalancha que amenaza venírsenos encima. Y no es así como se hacen las cosas en democracia. Tan mala es la acepción de personas cuando se practica a favor, como cuando se practica en contra.
Pero además, es inútil. Podemos no es el resultado de una turbulencia pasajera; procede de una marea de fondo. Es una expresión, no la única aunque por el momento sí la más afortunada, de un amplio movimiento sociopolítico en trance de autoorganizarse a partir de los principios de la participación y el empoderamiento colectivos de una porción creciente de la población, que se siente humillada, ofendida y abusada. Llamadlo precariado, si queréis. Existe. Es imprescindible contar con él, dialogar con él, tender puentes, ayudarlo a emerger y a adquirir los derechos de ciudadanía que se le niegan.
Señalar los defectos y errores evidentes de quienes en este momento lo encabezan no ayuda a nadie: quien en realidad dirige ese movimiento es el general No Importa. Castigar con una severidad ridícula a quienes despuntan en esa masa anónima es como intentar parar un tsunami recortando la espuma que corona la ola.