La forma de
promover a De Guindos a la vicepresidencia del Banco Central Europeo – sin proyecto,
sin mandato, sin consenso – es típica de la concepción de la política de don
Monipodio Rajoy. Lo importante para él no es “hacer cosas” (un tarannà que admira de los catalanes,
según confesión propia) sino “estar en los sitios”, y en ese concienzudo
propósito emplea sus mejores dotes de correveidile con el fin de beneficiar de
paso a sus deudos y a sus barones. No hace tanto ha fracasado en empresas delicadas
tales como colocar a Fernández Díaz de embajador en el Vaticano (el papa Francisco
respondió con un escueto non placet) y
a Pérez de los Cobos en el Tribunal Internacional de Derechos Humanos, que optó
como mal menor por una magistrada cavernícola (ella era en efecto, visto en la
perspectiva, un mal menor).
Ahora M. Rajoy
(Monipodio es en este caso una metáfora: fue en otras épocas jefe indiscutido
de una banda de ladrones, a los que cobraba el 3% de sus raterías a cambio de su protección. Para mayor
información, el lector interesado puede acudir a “Rinconete y Cortadillo”,
novela ejemplar de don Miguel de Cervantes que, a pesar de haber sido escrita
hace ya algún tiempo, sigue siendo de rigurosa actualidad). Ahora M. Rajoy,
digo, insiste de nuevo en el mismo intento. Colocar a sus peones en lugares estratégicos
es también una forma de guardarse a sí mismo las espaldas. Ahora mismo, en
tiempos de tribulación, ese es el principal, por no decir el único, objetivo de
nuestro jefe de gobierno. Lo que es hacer cosas, no hará ninguna a menos que le
sea imposible evitarlo. Pero está ya en campaña electoral contra el enemigo que
apunta. Y ese enemigo en puertas no es ni mucho menos Puigdemont (el frente del
procesismo está adecuadamente bloqueado por la brigada Aranzadi) sino Albert Rivera.
Rivera es fake news, he sentenciado yo mismo en
alguna ocasión. Como futuro jefe de gobierno ni lo ve la ciudadanía ni se ve él
mismo; lo cual no es ningún obstáculo serio para que no acabe siéndolo, lo hago
constar porque desde este blog no se ejerce de profeta amateur, sino de
analista somero. A lo que aspira Rivera en este momento es a “contar” en la
corte. En la corte de los milagros tal vez, pero no en la corte de un Monipodio
convicto y no confeso que le ha ninguneado repetidamente.
Así están las
cosas, y tal vez sea esa la razón de que, en el debate de anteayer mismo, Rajoy
advirtiese con sequedad a un Rivera particularmente incisivo: «No se equivoque
usted de adversario en Cataluña.»
Y es que ambos dos,
cada cual desde su propia trinchera, se disponen a sacar provecho electoral de
la situación destartalada de la autonomía catalana, de las bondades del 155 para
los poderes centrales, y de las incertidumbres insoportables que todo ello
acarrea para la supervivencia diaria de muchos políticos profesionales en
ejercicio.
Pero en esta puja
entre dos postores por el bastón de mando en las operaciones de saneamiento y punitivas,
el rencor y el rechazo de los votantes catalanes va directamente dirigido
contra Rajoy, y todo indica que Rivera será quien saque agua clara de ese pozo
turbio.