jueves, 8 de febrero de 2018

LA CORTE DE MONIPODIO


La forma de promover a De Guindos a la vicepresidencia del Banco Central Europeo – sin proyecto, sin mandato, sin consenso – es típica de la concepción de la política de don Monipodio Rajoy. Lo importante para él no es “hacer cosas” (un tarannà que admira de los catalanes, según confesión propia) sino “estar en los sitios”, y en ese concienzudo propósito emplea sus mejores dotes de correveidile con el fin de beneficiar de paso a sus deudos y a sus barones. No hace tanto ha fracasado en empresas delicadas tales como colocar a Fernández Díaz de embajador en el Vaticano (el papa Francisco respondió con un escueto non placet) y a Pérez de los Cobos en el Tribunal Internacional de Derechos Humanos, que optó como mal menor por una magistrada cavernícola (ella era en efecto, visto en la perspectiva, un mal menor).
Ahora M. Rajoy (Monipodio es en este caso una metáfora: fue en otras épocas jefe indiscutido de una banda de ladrones, a los que cobraba el 3% de sus raterías a cambio de su protección. Para mayor información, el lector interesado puede acudir a “Rinconete y Cortadillo”, novela ejemplar de don Miguel de Cervantes que, a pesar de haber sido escrita hace ya algún tiempo, sigue siendo de rigurosa actualidad). Ahora M. Rajoy, digo, insiste de nuevo en el mismo intento. Colocar a sus peones en lugares estratégicos es también una forma de guardarse a sí mismo las espaldas. Ahora mismo, en tiempos de tribulación, ese es el principal, por no decir el único, objetivo de nuestro jefe de gobierno. Lo que es hacer cosas, no hará ninguna a menos que le sea imposible evitarlo. Pero está ya en campaña electoral contra el enemigo que apunta. Y ese enemigo en puertas no es ni mucho menos Puigdemont (el frente del procesismo está adecuadamente bloqueado por la brigada Aranzadi) sino Albert Rivera.
Rivera es fake news, he sentenciado yo mismo en alguna ocasión. Como futuro jefe de gobierno ni lo ve la ciudadanía ni se ve él mismo; lo cual no es ningún obstáculo serio para que no acabe siéndolo, lo hago constar porque desde este blog no se ejerce de profeta amateur, sino de analista somero. A lo que aspira Rivera en este momento es a “contar” en la corte. En la corte de los milagros tal vez, pero no en la corte de un Monipodio convicto y no confeso que le ha ninguneado repetidamente.
Así están las cosas, y tal vez sea esa la razón de que, en el debate de anteayer mismo, Rajoy advirtiese con sequedad a un Rivera particularmente incisivo: «No se equivoque usted de adversario en Cataluña.»
Y es que ambos dos, cada cual desde su propia trinchera, se disponen a sacar provecho electoral de la situación destartalada de la autonomía catalana, de las bondades del 155 para los poderes centrales, y de las incertidumbres insoportables que todo ello acarrea para la supervivencia diaria de muchos políticos profesionales en ejercicio.
Pero en esta puja entre dos postores por el bastón de mando en las operaciones de saneamiento y punitivas, el rencor y el rechazo de los votantes catalanes va directamente dirigido contra Rajoy, y todo indica que Rivera será quien saque agua clara de ese pozo turbio.