martes, 27 de febrero de 2018

¿QUIÉN FUE LA JOVEN DE LA PERLA?



Durante catorce días, el museo del Mauritshuis de La Haya va a someter a análisis uno de sus mayores tesoros, la llamada “Joven de la perla” o “del turbante”, un óleo de Jan Vermeer, de dimensiones bastante reducidas (46 x 40 cm).
Se utilizarán, dice la noticia, rayos X fluorescentes, tomografía óptica y microscopio digital. Lo más de lo más. El proceso se realizará en un laboratorio de muros transparentes y los eventuales visitantes podrán seguirlo a la vista o mediante iPads dispuestos en torno. Es una iniciativa novedosa, supongo que tendente a crear un flujo mayor de visitas en esos días, pero también una especie de “fidelización” a largo plazo de los fans de Vermeer, que somos muchos.
El resultado científico es otra cosa. La conservadora del museo, Abbie Vandivere, lo ha explicado así: «Queremos saber el origen de los materiales y la composición de los pigmentos. El escaneado de la obra llevará tres días, y luego veremos qué hay debajo.» Parece lógico, sin embargo, que a estas alturas los técnicos sepan ya qué hay debajo. Ninguna sorpresa espectacular; ninguna otra obra maestra oculta; o ya se sabría.
La historia del cuadro dice que, después de varios siglos de eclipse, apareció en una subasta modesta realizada en Amsterdam en 1882 y fue adquirido por solo dos florines y 30 stuyvers por un cliente llamado A.A. des Tombe, que en 1903 lo donó al Mauritshuis. Se aprecian huellas de restauraciones en los ojos de la modelo y también en el vestido.
Por otra parte, el escaneo no proporcionará ningún indicio de quién fue la muchacha, a la que ha sido colocada la etiqueta algo rimbombante de “Gioconda del Norte”. En realidad los dos retratos magistrales son muy distintos, uno de aparato, el otro íntimo. La mirada de la muchacha, que brilla tanto o más que la perla pendiente de su oreja, parece preñada de cariño y complicidad hacia el hombre que la está pintando. André Malraux supuso que se trataba de la hija menor de Vermeer, pero eso obligaría a datar la obra en una fecha no anterior a 1672, en tanto que los expertos la sitúan unánimemente en una horquilla entre 1660 y 1665.
La escritora Tracy Chevalier ha escrito recientemente una novela, según la cual la modelo habría sido una criada joven de la casa. Para justificar las sugerencias implicadas en la mirada inocente y emocionada de la muchacha al hombre que la está pintando, la autora aventuró que su “Griet” habría sido además una aprendiza entusiasta del arte de Vermeer, y que contribuía a elaborar los pigmentos y las mezclas del pintor.
No es más que una hipótesis verosímil, y no permite avanzar mucho más allá por ese camino. Peter Webber llevó al cine en 2003 la novela de Chevalier, con Scarlett Johansson y Colin Firth en los papeles principales. Todo ello ha contribuido al glamour internacional del pequeño retrato, y nada más. En el Olimpo del Arte, si tal lugar existe, se equiparan el Rey Sol y la reina Nefertiti con una vieja friendo huevos o con rostros como este, anónimos en origen y elegidos de improviso para la eternidad.