miércoles, 14 de febrero de 2018

OTRO FINISTERRE

El faro de Faváritx.


El mes de febrero no es seguramente el más indicado para apreciar las bellezas de Menorca, pero sí lo es para visitarla en relativa soledad.
Las praderas del interior seducen por el color verde muy brillante, y en el Migjorn el manto de vegetación oscura se confronta con los acantilados ocres y el mar turquesa; pero las nubes grises recorren el cielo apelotonadas, soplan rachas de viento que llevan prendidas gotas de lluvia, y oscurece pronto.
Hemos hecho Carmen y yo un recorrido por el norte: el cap de Cavalleria, la bahía de Fornells y el faro de Faváritx: un terreno abrupto, con repliegues de verdor intenso, pequeñas lagunas o grandes charcas, brezales y matas aferradas tenazmente a un terreno suelto y esquistoso para evitar ser barridas por el viento. La costa, muy acantilada, aparece erosionada, sinuosa y retorcida, con calas arenosas que se abren inverosímiles en algunos lugares recoletos
Hay senderos de gran recorrido, pistas pedregosas y carreteras estrechas, de bordes comidos, con puertas que hay que ir cerrando después de pasar. En conjunto, se diría que la naturaleza de la región siente un desdén particular, casi hostilidad, hacia la presencia humana. Hay un yacimiento arqueológico en Sanitja, pero la información se reduce a un cartelón con fotos aéreas y alguna noticia escueta sobre lo que podrá ver quien se aventure a bajar por un sendero que sigue una torrentera. Hay por ahí restos de un campamento romano, de una basílica, de una necrópolis y de un establecimiento industrial. Al cartelón lo han bautizado “centro de interpretación”.
Seguimos desde Cavalleria hacia Fornells, donde encontramos los accesos a la población en obras y los bares del núcleo del puerto cerrados a cal y canto hasta el inicio de la temporada. Concluimos el periplo frente al faro de Faváritx, lo más parecido que puede darse a un finis terrae, un fin del mundo de libro. Soledad quintaesenciada: roca dura de tonos oscuros con reflejos metálicos, mar color de acero, costa desierta sembrada de escollos torturados por los embates sucesivos del viento, la lluvia, las olas encrespadas.
El faro se construyó a principios del siglo XX porque, en funcionamiento ya el del cap de Cavalleria, los buques que se dirigían a Maó venían a naufragar aquí. No es posible la visita, lo cual me parece bien. Me parece bien en general la indiferencia de la gente menorquina hacia los obstáculos naturales que nos hacen a los turistas un punto más difícil el disfrute de las muchas bellezas naturales. La isla es reserva de la biosfera. Quien quiera saborearla a fondo, debe primero hacer méritos.