El mes de febrero
no es seguramente el más indicado para apreciar las bellezas de Menorca, pero
sí lo es para visitarla en relativa soledad.
Las praderas del
interior seducen por el color verde muy brillante, y en el Migjorn el manto de vegetación
oscura se confronta con los acantilados ocres y el mar turquesa; pero las nubes grises
recorren el cielo apelotonadas, soplan rachas de viento que llevan prendidas
gotas de lluvia, y oscurece pronto.
Hemos hecho Carmen
y yo un recorrido por el norte: el cap de Cavalleria, la bahía de Fornells y el
faro de Faváritx: un terreno abrupto, con repliegues de verdor intenso, pequeñas
lagunas o grandes charcas, brezales y matas aferradas tenazmente a un terreno
suelto y esquistoso para evitar ser barridas por el viento. La costa, muy
acantilada, aparece erosionada, sinuosa y retorcida, con calas arenosas que se
abren inverosímiles en algunos lugares recoletos
Hay senderos de
gran recorrido, pistas pedregosas y carreteras estrechas, de bordes comidos, con
puertas que hay que ir cerrando después de pasar. En conjunto, se diría que la
naturaleza de la región siente un desdén particular, casi hostilidad, hacia
la presencia humana. Hay un yacimiento arqueológico en Sanitja, pero la
información se reduce a un cartelón con fotos aéreas y alguna noticia escueta
sobre lo que podrá ver quien se aventure a bajar por un sendero que sigue una
torrentera. Hay por ahí restos de un campamento romano, de una basílica, de una necrópolis y de un establecimiento industrial. Al cartelón lo han bautizado “centro de interpretación”.
Seguimos desde Cavalleria
hacia Fornells, donde encontramos los accesos a la población en obras y los bares del
núcleo del puerto cerrados a cal y canto hasta el inicio de la temporada.
Concluimos el periplo frente al faro de Faváritx, lo más parecido que puede
darse a un finis terrae, un fin del
mundo de libro. Soledad quintaesenciada: roca dura de tonos oscuros con reflejos metálicos, mar color de acero, costa desierta sembrada de
escollos torturados por los embates sucesivos del viento, la lluvia, las olas
encrespadas.
El faro se construyó
a principios del siglo XX porque, en funcionamiento ya el del cap de
Cavalleria, los buques que se dirigían a Maó venían a naufragar aquí. No es
posible la visita, lo cual me parece bien. Me parece bien en general la indiferencia de la gente menorquina hacia los obstáculos naturales que nos hacen a los turistas un punto más
difícil el disfrute de las muchas bellezas naturales. La isla es reserva de la
biosfera. Quien quiera saborearla a fondo, debe primero hacer méritos.