En la reciente
edición conmemorativa de “La librería” de Penélope Fitzgerald (Impedimenta,
traducción de Ana Bustelo), el yerno de la escritora, Terence Dooley, aclara
algunos recovecos del proceso de creación de dicha obra. La autora no intentó
reflejar con fidelidad fotográfica su experiencia como librera en un pueblo de
Suffolk llamado Southwold, sino que, a partir de ese núcleo inicial, tomó una
perspectiva bastante más amplia. En dicha perspectiva tiene una parte particular
una novela corta de Balzac, Le curé de
Tours. Penélope no ocultó este débito de su imaginación creadora, antes al
contrario, lo señaló con sutileza: la Mademoiselle
Gamard balzaciana, que consigue expulsar al ingenuo cura de su casa y privarle
de su biblioteca, se convierte en “La librería” en Mistress Gamart, que ostenta las mismas características
depredadoras.
No hay en ello
ningún desdoro para Penélope Fitzgerald. Seguro que si investigamos desde el
mismo ángulo crítico el libro de Balzac, encontramos también algún precedente
escrito, ilustre o anónimo. La literatura de fuste se basa siempre en la
realidad, pero el artista tiene de la realidad una experiencia personal muy limitada,
y es normal que amplíe sus perspectivas y afile sus instrumentos técnicos en la
lectura de otras obras que pueden serle de utilidad para dar forma a aquello
que solo él puede expresar. Lo ha demostrado, en relación con ocho dramas
históricos de Shakespeare, una investigación reciente realizada con tecnologías
informáticas sofisticadas. El dramaturgo se inspiró (no “plagió”) en libros de historia que
estaban a su alcance. El prodigioso esfuerzo informático no demuestra, así, nada que
no supiéramos ya intuitivamente.
Un libro siempre se
refiere a otros libros, dejó escrito Umberto Eco al referirse al saqueo erudito
de las letras y las historias medievales que llevó a cabo para componer “El
nombre de la rosa”. No era concebible que un artefacto de esas dimensiones hubiera salido de
improviso de un alma prístina encerrada en una torre de marfil.
“La literatura será
sometida a investigación.” Lo escribió Bertolt Brecht, como título de uno de sus
poemas “didácticos”. Brecht no solo era didáctico en su teatro, en efecto; toda
su obra respira didactismo, lo cual ha perjudicado a la larga su validez
universal. Está lleno de enseñanzas útiles, pero le falta un escalón para
alcanzar la trascendencia que poseen las obras maestras.
En este poema en
concreto, sin embargo, da consejos excelentes para apreciar el soporte más material
de la literatura. A saber:
«Invocaciones de súplica a seres ultraterrenales /
probarán que seres terrenales se alzaban sobre seres terrenales. / La música
exquisita de las palabras dará solo noticia / de que no había comida para
muchos.»
(Cito según la
traducción de Jesús López Pacheco y Vicente Romano para Alianza Editorial,
Madrid 1968.)