lunes, 19 de febrero de 2018

LA MAYORÍA SILENCIOSA ADORA A MARTA SÁNCHEZ


Marta Sánchez ha celebrado sus treinta años de profesión, cantando desde el  escenario una versión del himno nacional, con letra de su cosecha. Renuncio a describirles la letra: en cuanto al fondo, imaginen un mix del “Pisa morena” con “Suspiros de España”; en cuanto a la forma, la verdad, se queda bastante por detrás de ambos monumentos del folclore patrio.
Se ha armado un terremoto, claro. Pero, en contra de lo que cabría esperar, don Mariano Rajoy Brey no ha clamado contra tamaño desafuero ni ha azuzado a los fiscales contra la tonadillera, sino que le ha dado las gracias en un tuit en el que asegura que “la inmensa mayoría de los españoles siente lo mismo” que ella.
Estoy en que lo ha dicho al tuntún, que no tiene en la mano datos que lo avalen. La mayoría silenciosa de Rajoy, esa cantidad incontable de “muy españoles y mucho españoles”, es un bluff en la práctica. No comparece ni siquiera al humo de las velas en las grandes ocasiones. La de Marta lo ha sido, pero aquí los españoles de a pie nos lo hemos tomado más bien con resignación. No es por Marta en sí, que conste, sino más en general: las glorias del Real Madrid, los toros, la sangría, la paella, la copla, las procesiones de semana santa y este solito tan bueno que resucita a un muerto, nos pillan bastante de costadillo. No es indiferencia, es hartazgo. Algunos llevamos en torno a los setenta años de adoctrinamiento por parte de quienes predican ahora contra el adoctrinamiento en la escuela catalana. Qué quieren que les diga. Cansa.
El Estado se empeña en modelar a la sociedad civil a su imagen y semejanza. Se trata de una presión contra natura (es la sociedad la que crea el Estado, no al revés, como parecen entender muchos), casi insoportable y en ocasiones contraproducente. El Estado debería ocuparse de fomentar el trabajo digno, de ampliar los derechos de ciudadanía y de mejorar la renta disponible de las personas; pero, como no está dispuesto a ninguna de las tres cosas, a lo que aspira es a conformar las conciencias de modo que la gente se acomode a algunas ilusiones primarias, de vuelo corto y rasante. Aspira, en definitiva, a fabricar un hombre unidimensional, como lo llamó Marcuse. A la mujer, ni eso. No se la tiene en cuenta; no aporta valor añadido, y cuando lo aporta (las hay muy tozudas), ese valor se calcula a un porcentaje más bajo, por la puta cara.
De modo que hacen falta muchas Martas Sánchez para salvar la puta cara de los políticos y asegurar que lo de ser español/la es la monda, el no va más.
Mientras tanto, la inmensa mayoría no está ni se la espera; en buena parte, ha emigrado a países menos bendecidos por la naturaleza y por el cielo que el nuestro.