viernes, 16 de febrero de 2018

LAS REGLAS DEL MITIN





Ante el juez del Tribunal Supremo, Santiago Vidal ha reconocido que no decía exactamente la verdad en los mítines proindependentistas que pronunció en su época de charlista para militantes y simpatizantes de Esquerra Republicana de Catalunya.
Sostiene Vidal (ex magistrado, ex senador) que en un mitin uno “no debe ser cuidadoso con las palabras”, que a un político situado ante su público se le permite “un cierto margen de libertad de expresión”.
Veamos hasta donde llega ese margen potencial, según el juez Vidal: “Trasladé como un hecho una situación que era de debate de ideas, especulativa, de posibilidad de futuro.”
Mintió, en una palabra. No es que adornara una realidad para hacerla más atractiva, o simplemente más llevadera. Lo que hizo fue muy distinto: describir como una realidad neta y consolidada algo que era solo un desiderátum. Los catalanes tenemos una expresión, tomada de los espectáculos de magia, para esa actividad: fer volar coloms.
Hacer volar palomas ante un auditorio no es libertad de expresión, caramba, es engañifa. Es tomarse libertades desvergonzadas con la expresión y con la libertad misma. No es posible en ningún caso admitir que el político falte a conciencia a la verdad cuando diserta ante su público, porque entonces toda la política se reduciría a una discusión de barra de bar entre tertulianos algo ajumados.
Esa categoría de “política ajumada” es la que defiende el ex juez y ex senador Santiago Vidal. Más o menos así hay que interpretar sus palabras: en las cosas serias sí que hay que decir siempre la verdad, señor juez del Supremo, pero en la política… ¡en la política, fantasía a todo meter, y tirar millas!
En la fotografía que acompaña a este post, un dirigente anónimo se esfuerza por desconvocar una huelga sindical que ha ido demasiado lejos. El lugar es el estadio de la Guineueta, en Barcelona; el año, 1978. Desde un punto de vista puramente subjetivo ese hombre me da cierta pena, lo siento de alguna manera cercano a mí. Ha cometido errores de bulto en la etapa inmediatamente anterior, tanto en la apreciación de las posibilidades objetivas de una huelga llevada a todo trance, como en la estrategia a seguir. Y está en ese momento purgando sus errores, delante de su gente. No se aprecia en la imagen el estruendo atronador del abucheo que ese hombre está recibiendo.
Pero está haciendo precisamente algo que el juez Vidal afirma que no era en absoluto necesario: está contando una verdad amarga a los suyos, rectificando su propio análisis fallido ante los únicos jueces válidos de su actuación, retrocediendo en la movilización ante el impasse indeseado al que le ha empujado un optimismo poco justificado.
Algo, en conclusión, que ya no se estila.