jueves, 7 de enero de 2021

ETERNO RETORNO

 


Energúmenos armados, en el Capitolio de Washington (de los periódicos).

 

Esto ya lo habíamos vivido, un 23 de febrero. Curiosamente, los estamentos más afines al golpe neofranquista olvidan esa fecha y señalan otras elegidas un poco al azar, como la toma de posesión del gobierno de Moreno Bonilla en Andalucía. Alberto Rivera lo ha hecho. Desde Vox también se han significado en el mismo sentido. Después de jalear de forma consistente a Trump y al trumpismo durante años, nuestras derechas más genuinas lo abandonan con armas y bagajes en mitad de su intento de paso del Rubicón. Son paradojas de una política en la que no hay avance ni perspectiva, sino solo un eterno retorno.

Renuncio a ir más allá en la búsqueda de semejanzas entre lo sucedido en Washington y situaciones de presión extrema que hemos vivido reiteradamente en nuestras cámaras representativas en los últimos tiempos. Solo dejo una constatación: cuando el teniente coronel de la Guardia civil Antonio Tejero irrumpió en el Congreso con el arma reglamentaria desenfundada y gritó lo de “Todo el mundo al suelo”, dábamos por seguro que aquella intentona de interrumpir por la fuerza nuestra transición a la Democracia con mayúscula, era nada más un espantajo del pasado.

Y sin embargo, nos pasó inadvertida una segunda faceta del evento: aquello era también una premonición del futuro. Solo ahora que vemos al shamán de los cuernos de búfalo y la cara pintada con los colores de una bandera, caemos en la cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol. El Ouroboros, fin y principio que se muerde la cola, existe en la realidad, y ya los antiguos nos habían avisado con urgencia de que el deterioro de la democracia conduce al imperio de la demagogia, y que el imperio de la demagogia se resuelve en la aparición de demiurgos provistos o no de certificado de autenticidad.

La democracia no depende exclusivamente de los números. Si fuera así, tendría sentido la orden de Trump a su muñidor en Georgia: «Encuéntrame donde sea esos putos siete mil votos.» La democracia es un marco de convivencia, aceptable y aceptado por todos. Las conductas antidemocráticas lo son aunque cuenten con la aritmética de los votos a su favor.

Raül Romeva ha manifestado que la independencia de Cataluña solo será posible con un 80% de votos favorables. Puede parecer una constatación constructiva: es simplemente una constatación tonta. O se aborda todo el problema de Cataluña desde una óptica distinta, inclusiva y cooperativa, o lo mismo dan ocho que ochenta.

Y Alberto Rivera ha conseguido el récord Guinness al comentario más tonto sobre el asalto al Capitolio. Sabíamos de las altas cualidades de Alberto en esa dirección, pero su declaración ha sobrepasado de largo nuestras expectativas.

Mientras, siguen las vacunaciones a marchas más o menos forzadas según los lugares; y mi admirada Najat el-Hachmi ha ganado el Premio Nadal con una nueva novela sobre la marginación de las minorías étnicas, religiosas y sexuales. Y en todo el país, los juguetes apresuradamente distribuidos por tres Magos han llegado felizmente a su destino…, menos cuando no han llegado. Son temas dignos de comentario, pero este se ha visto eclipsado en las prioridades informativas por la llamativa presencia de una cornamenta de búfalo en las pantallas de las cadenas de TV y en las portadas de los medios de todo el mundo sin excepción.