martes, 19 de enero de 2021

ROMPER EL VÍNCULO EMOCIONAL

 


Bonaparte abucheado por el Consejo de los Quinientos en Saint-Cloud, el 19 de Brumario. Detalle de la pintura de François Bouchot.

 

Traduzco al castellano una frase de un tuit de Joan Coscubiela: «No hay nada peor para una fuerza política que romper el vínculo emocional con su gente.»

Se trata de una asignatura que no se enseña en las universidades. Hay errores perdonables, otros lo son menos; hay gente que trabaja a piñón fijo y perdona incluso los errores menos perdonables, pero no es ese el dato, sino el impacto negativo en el electorado potencial. No importa tanto lo que se ha dicho, sino cómo ha sido entendido por la gente más afín a la fuerza política de que se trate.

En 1804, el primer cónsul Bonaparte se convenció por alguna habladuría indiscreta de que el joven Luis Antonio Enrique de Borbón-Condé, duque de Enghien, estaba implicado en la conjura urdida por Cadoudal y Pichegru para asesinarle. Hizo detener al duque, que fue juzgado sin mayores garantías por un consejo de guerra, y fusilado. En todo momento había negado cualquier clase de participación en los hechos que se le atribuían.

El gélido jefe de la policía, Joseph Fouché, que consiguió pasar sin tropiezos del Antiguo Régimen a la Revolución, al Imperio y a la Restauración, calificó de este modo el suceso: «Ha sido peor que un crimen, ha sido un error.»

De crímenes, había para parar un tren en aquellos años; errores, nadie podía permitirse el más mínimo. Iba la cabeza, literalmente, en el envite

Napoleón, sin embargo, consiguió superar el tropiezo y sus adversas consecuencias diplomáticas. Luego siguió lo que siguió: una larguísima serie de guerras contra distintas coaliciones europeas. Éxitos asombrosos y crudas derrotas. Un hombre que se consideraba a sí mismo superior a los que le rodeaban y estaba convencido de poder imponer su voluntad a una gran nación; más aún, al mundo.

Seguramente todo podía haber sido más fácil de otro modo. Fouché no tenía escrúpulos, pero detestaba las inoportunidades. Puestos a elegir entre los dos grandes hombres, todos nos inclinaríamos por Napoleón, sin dudarlo.

No obstante…