lunes, 13 de septiembre de 2021

ECOLOGÍA E IDEOLOGÍA

 


Estatua de Venus que fue hallada sumergida en el puerto de Rodas hacia 1945, en la época en que Lawrence Durrell estaba destinado en la isla como oficial de inteligencia. El escritor se sintió fascinado por aquel renacimiento de una Venus surgida de un fondo marino límpido, en una coyuntura particular en la que el medio ambiente en gran parte del mundo estaba infectado por la suciedad,la podredumbre y la crueldad de una guerra de dimensiones nunca vistas antes.

 

No fue una manifestación arrolladora, pero tampoco desdeñable. Siempre conviene hablar de los que son distintos de nosotros con respeto. De los muy distintos, y con mayor razón de los “no tan” distintos. Pero, por lo que leo, me temo que tampoco en esta ocasión están dando con la tecla ciertas izquierdas vincentes. Son demasiado proclives a despejar las incógnitas de la ecuación desde el sobreentendido de que, puesto que se ha demostrado que “equis” e “y griega” no equivalen a infinito, podemos considerarlas más menos igual a cero, y en consecuencia, obrar en todo como si no existieran.

Ahora mismo corremos el peligro de correr hacia una falsa solución desarrollista. Propongo a la consideración de mis lectores el siguiente análisis, entresacado de las redes sociales: «Sobre el asunto que verdaderamente importa, la ampliación del aeropuerto saboteada por la espuria alianza entre el fanatismo y la gazmoñería, escribía Enric Juliana: "En Catalunya asistimos al auge cuasi religioso del ecologismo en una sociedad de clases medias política y culturalmente proclives  a las grandes causas redentoras. En Barcelona hay sectores de la izquierda que ya abogan abiertamente por el decrecimiento. En Madrid, esas voces apenas se oyen…”»

El texto (no el de Juliana, sino el de su glosador) concluye con la acusación de que este es el trasfondo ideológico del “asesinato” del aeropuerto del Prat. Excuso el comentario. Respecto de la primera frase, es un ejemplo acabado de la fuerza resistible con la que irrumpen por norma los elefantes en las cacharrerías, al grito de: “¡No se preocupen por los daños, el Estado paga!” Resultaría que lo que verdaderamente “importa” es la ampliación del aeropuerto, de modo que defender el medio ambiente es, a) gazmoñería, y b) sabotaje.

La segunda parte del texto citado me preocupa más, porque la firma Enric Juliana. El ecologismo sería “ideología” propia de clases medias, cabría apuntarla en la lista de las “causas redentoras”. Ahora bien, no es posible ignorar que existe una preocupación creciente, la prensa lo constata, debido a que toda una franja creciente del litoral catalán está desapareciendo. Respecto de esa preocupación, seguramente poco razonable, ¿qué peso puede tener en el conjunto de los avatares la suerte de una Ricarda más o menos?

Tanta gazmoñería se alinea armónicamente con una conjura universal de gazmoños dirigida a frenar el cambio climático, a extremar la protección del medio ambiente y a facilitar una transición rápida a fuentes de energía limpias y sostenibles. Son cosas, dice Juliana, que no preocupan en Madrid. Y tiene razón Juliana, pero quien no tiene razón es Madrid, o sea Ayuso, Casado, Almeida y toda la banda de música. Era imprescindible añadir esta coletilla, en aras a clarificar.

Estamos delante de una nueva oportunidad para solucionar el tema Prat, en una mesa de diálogo. Se ha anunciado que estará en ella Yolanda Díaz, y eso no ha gustado en los cuarteles generales. Díaz se ha manifestado ya con claridad en contra de la ampliación de la tercera pista hacia el este; como lo ha hecho Colau, que sigue irritando de forma permanente a sus aliados de consistorio. Pero oigan, esta no es una cuestión de programa de gobierno, no es tema de gabinete, no exige brazos de madera alzados a la consigna del muñidor.

No reclama tampoco preparativos para una noche de cuchillos largos en el seno de la izquierda coaligada.

Requiere, sencillamente, más cultura de coalición, y poner sobre la mesa más argumentos y menos órganos corporales.

Porque la ecología no es ideología en el mal sentido con el que suele emplearse el término a partir de Marx; sino una nueva racionalidad económica, presidida por la conciencia de que existen límites insoslayables a la destrucción de recursos naturales; de que el PIB “no” es la unidad de medida de todas las cosas, y de que ni la cifra de participantes en una manifestación. ni menos aún el plan de ampliación del aeropuerto, son, ni han sido, ni serán nunca, “lo verdaderamente importante” en cualquier mesa de negociación sobre Cataluña y su encaje adecuado en el Estado español.