martes, 7 de septiembre de 2021

A LA SOMBRA DE BELMONDO



Sophia y yo, en pantalla. Ella está clavada; yo, en cambio, no me parezco gran cosa personalmente de persona.

 

No sabría decir si fue un gran actor, o bien si su naturalidad y desenvoltura eran tantas que dábamos por bueno, y por fácil, todo lo que hacía en la pantalla. Yo no lo recuerdo tanto en À bout de souffle, o en Pierrot le Fou (siempre me ha costado llegar a un entendimiento pacífico con Godard y con su visión del mundo), como en La Ciociara, dando la réplica a una inconmensurable Sophia Loren (también he sido siempre más de heroínas que de héroes, qué se le va a hacer). Jean-Paul Belmondo, que falleció ayer para nuestro desconsuelo, interpretaba a Michele, un intelectual comunista atrapado en la misma tierra de nadie que la viuda campesina y su hija aún no adolescente, a las que acompañaba en una desbandada sin esperanza. El director era De Sica, el argumento procedía de una novela de Moravia. Grandes nombres.

Leo ahora que llamaban a Belmondo con el sobrenombre afectuoso de “Bebel”, pero el que recuerdo yo es “Popaul”. Me identifiqué totalmente con Popaul en aquella película de De Sica; me identifiqué, por expresarlo de alguna manera, para siempre, de modo que durante años he visto su rostro en la pantalla imaginaria en la que intentaba mirarme a mí mismo.

Un caso raro de transferencia.