viernes, 3 de septiembre de 2021

AYUSO, DE SURIPANTA EN EL SHOW

 


Publicidad reciente de Isabel Díaz Ayuso en cueros vivos.

 

IDA se ha despojado de golpe de los tres pedacitos de tela fiscal que aún conservaba para decoro de la Comunidad de Madrid, y las audiencias han rugido de rijo: “¡Así, así, Isabel, a pelo!”

No es el show de la lideresa lo importante, sin embargo, sino la guerra fiscal al gobierno. IDA es solo la foto de portada, puro brilli-brilli, pero el texto de fondo configura un Madrid reafirmado como paraíso fiscal interior tras la “caída de la hoja” en Patrimonio, Sucesiones y Donaciones.

Los ricos se apuntan a Madrid en masa. Y los ricos ejercen de influencers en sus ambientes propios: los campos de golf, las playas de moda, los restaurantes caros, las cadenas privadas/públicas de televisión y la prensa de papel satinado en colorines.

María Jesús Montero está que trina, con razón. Los impuestos tienen un sentido determinado, son indispensables para la justicia social y su estructura debe ser equilibrada y sostenible. Lo contrario conduce a aquello que en términos económicos globales se llama “dumping”. No me pidan que traduzca el concepto al español cervantino, no me da la gana, hace siglos que no vivimos en la España de Cervantes.

Madrid se desmarca del país, una vez más, chulaponamente. “Ahí os quedáis, pringaos”.

Lo hace desde los privilegios reconocidos desde siempre al dinero. Su intención es reventar el marco común de convivencia mediante el torpedeo submarino de la acción del gobierno con un acto de sabotaje deliberado.

No es el primero. El actual sabotaje fiscal de IDA sucede al sabotaje del recibo de la luz, que a su vez ha ocurrido de forma simultánea con el sabotaje del desembalse de Iberdrola. Nos han programado un verano movido, antes de la rentrée. La secuencia de explosiones controladas está llena de sentido en sí misma, de modo que no se queden ustedes boquiabiertos ante las formas turgentes de la señora o señorita Ayuso, no es ella quien lleva la manija, es nada más una figuranta, una “suripanta” como decían nuestros bisabuelos, en el espectáculo al que nos someten nuestros/as ricos/as solo para que veamos de lo que son capaces con tal de seguir mandando mil años más en nuestros destinos.

Se oyen voces aquí y allá, culpando al gobierno de ineficacia o, peor aún, de impotencia. Escuchen, las cosas no irían mejor con más radicalidad y velocidad en el cumplimiento del programa de coalición. La guerra sería más cruda, simplemente. Necesitamos aliados en esta guerra, y a más radicalidad, menos aliados.

La última trampa es hacernos creer que hay buenos y malos en este gobierno. Si aceptamos eso, habremos aceptado todo lo demás. Estamos corriendo una maratón, no una carrera de cien metros lisos.