sábado, 25 de septiembre de 2021

EL LUMPEN VOTA VOX

 


El Proletario, la Muerte y el Lumpen (atrás, el del cuerno), en un aguafuerte de Alberto Durero justamente famoso.

 

El crecimiento del lumpen proletariado en España se cuantifica por el crecimiento del voto a Vox. Hablo de tendencias, no de correspondencias precisas; aquí no hay un trasvase cuantificable de votos de una plataforma ideológica a otra, sino la realidad del desclasamiento progresivo de una porción significativa del proletariado clásico, más otra porción, cuantitativamente bastante mayor, de las que venían considerándose a sí mismas como clases medias y columna vertebral de la sociedad.

No es cuestión entonces del voto que pueda perder Ciudadanos en un trasvase hacia una opción de su mismo campo pero más radical. Es el desamparo que empuja al proletario, que ocupa un día más su lugar en la cola del desempleo, a querer reventarlo todo; y alternativamente, la sensación de encontrarse en la cubierta del Titanic inermes frente al iceberg, de muchas personas que apenas hace minutos se creían a sí mismas cómodamente instaladas al resguardo de la intemperie, y de pronto no avizoran ninguna alternativa que les permita luchar por su supervivencia.

Las últimas elecciones en Madrid-región ejemplifican esta situación (aparte de algunos errores garrafales de apreciación, por parte de una izquierda anormalmente enceguecida). Me dirán que el electorado madrileño no se ha volcado con Vox sino con el PP. Cierto, pero ha sido así por la buena razón de que Ayuso supo ser más Vox que Vox  mismo. El lumpen sabe reconocer a los suyos, por muy disfrazados que vayan.

Veamos los números. Tomo como base los que da Nicolás Sartorius en un artículo que he alabado y linkado en estas páginas ayer mismo: «¿Qué le pasa a la derecha española?». Algo menos del 9% de la población activa madrileña está empleada en la industria; un 7% en la construcción, y un 84% largo en los servicios. Entre el comercio, la hostelería y el transporte suman 1.071.704 empleados, de los 2.840.000 que ocupan los servicios, según señala Sartorius. Comercio, hostelería y transporte son tres sectores críticos en los que florece el lumpen, debido a la desregulación laboral y al despeñamiento de los salarios, ambas tendencias jaleadas por nuestra máxima autoridad bancaria, Pablo Hernández de Cos, como también se ha recordado en fecha reciente en este blog.

No cabe desdeñar, con todo, esos 2,84 millones de trabajadores de los servicios en otros sectores, porque corresponden muy mayoritariamente a la administración (administración central, local, canónica y militar), y tanto las covachuelas, como las sacristías y las cantinas de suboficiales, son caldo de cultivo propicio a la ojeriza, la desidia, la mala voluntad y la mala fe, los cuatro jinetes del Apocalipsis que arrasan el páramo intelectual e ideológico del lumpen de modo que en él no vuelva a crecer la hierba.

Una determinada derecha se ha dado cuenta de que la descohesión social y la pauperización incrementan sus expectativas de éxito electoral, por la doble vía del voto directo y de la abstención. A este sector de su electorado le prometen libertad sin tasa, represión del comunismo, y vigilancia estricta de las fronteras. No importa que las tres consignas sean contradictorias entre sí, el lumpen ama el caos en el que medra.

Al otro sector, el predilecto, del electorado de la derecha, el que viene conociéndose desde siempre como “los pudientes”, los líderes les prometen más bajadas de impuestos, despido más fácil, niveles salariales más mínimos, y ayudas institucionales para sus negocios, a cambio de módicas comisiones con las que mantener enhiestos los palos del sombrajo.

Nada que ver con el lumpen. El lumpen es la carne de cañón.