Lee SIEVAN, ‘Salvation Army Lassie in
front of a Woolworth store’ (1940). O de cómo las músicas celestiales tienen
escaso efecto en las almas más vírgenes. (Mi agradecimiento a Pilar Hidalgo, de
cuya paciencia abuso al compartir esta fotografía prodigiosa aparecida hace
unos días en su muro de Facebook.)
No son el 52%, no van a
congregar a un gentío de seis cifras, no se están jugando el futuro en una
movilización. Lamento hacer de aguafiestas, pero nada de eso es verdad. Son
medias verdades en el mejor de los casos, tres cuartos de mentira en el peor. Tres
cuartos de mentira es el camino que ha elegido ─una vez más─ la ANC, el
Ejército Catalán de Salvación, para mantener altos los espíritus de sus fieles ante
la fiesta de mañana, que ya no es la fiesta de todos los catalanes sino, todo
lo más, la celebración privada de la libélula vaga de una vaga ilusión.
El País titula hoy que «El
fiasco de El Prat complica el plan de Sánchez para desactivar el
independentismo». Yendo por partes, ni ha habido un “fiasco” en El Prat, ni
existe un “plan” de Sánchez en el sentido del maquiavelismo conspiranoico que
parecen atribuirle Carlos E. Cué y Camilo S. Baquero, ni el independentismo catalán
es algo desactivable en ningún caso desde un despacho, dondequiera que esté
situado dicho despacho. La noticia en conjunto es una mezcla confusa de
información parcial y opinión sesgada, que avergonzaría al llamado Defensor del
Lector, de no ser porque dicho defensor está puesto ahí para otras labores.
Mi opinión (insisto, mi opinión,
conste que no estoy vendiendo a nadie información fidedigna) es que al
independentismo le está pasando como a los huracanes, cuando decaen en forma de
tormentas tropicales; o como al sida, disculpen lo crudo de la comparación, que
en tiempos tuvo efectos patógenos letales y ahora se ha reconvertido en una
dolencia crónica más o menos llevadera.
Los sondeos recientes afirman
que los más jóvenes, incluso en zonas de la ruralia,
se desentienden del procès porque lo
consideran un armatoste dirigido a inflar la autoestima de algunas gentes, pero
sin ningún efecto positivo o negativo sobre sus propias expectativas de futuro.
Cuando la señora Paluzíe nos arenga con el himno “Ens hi juguem el futur!”, más o menos todos hemos entendido ya que
solo está hablando de “su” propio futuro, y no del país.
Cuando habla de una
movilización “de seis cifras”, solo quiere decir que no espera más de 100.000
asistentes mañana en la plaza Urquinaona, y en rigor espera a bastantes menos.
Cuando afirma orgullosa que “som el 52%”,
sabe que la cifra responde a una aritmética parlamentaria alterada para dar
sobrerrepresentación a las comarcas menos pobladas.
Construir un país sobre
fundamentos tan precarios y verdades tan manipuladas, es una tarea vana en el
sentido bíblico: “vanidad de vanidades, todo vanidad”. Los “nyordos” ya lo hemos entendido hace
mucho, y nos ayudamos a tragar el sapo con mucha conllevancia y mucho sarcasmo.
Sería de agradecer que El País no interfiriese en las posibles microsoluciones (concepto que debemos a
Joan Coscubiela) a problemas tan hondos, con estrategias de hazañas bélicas de play station.