miércoles, 1 de septiembre de 2021

REAPARICIÓN DE CUPIDO

 


La “Muchacha leyendo una carta” de Vermeer de Delft, antes de su restauración y en el curso de la misma. Fuente, Colecciones Estatales de Arte, de Dresde.

 

Una restauración que ha durado dos años y medio ha permitido a las Staatliche Kunstsammlungen de Dresde devolver al público la integridad de una pintura de Johannes Vermeer tal y como fue pintada por el artista. Se trata de la “Muchacha leyendo una carta” (1657-59), una obra de un encanto especial, de uno de los artistas punteros del barroco burgués europeo.

Una cortina de color verde se descorre hacia la derecha ante nuestros ojos, dejándonos atisbar parcialmente un espacio íntimo ocupado por una sola persona, una mujer joven. En primer plano, frutas colocadas en un plato de cerámica, sobre un tapete historiado. Más allá, la muchacha se arrima a la ventana en busca de luz para leer una carta. El rostro de la muchacha aparece serio, concentrado en la lectura; lleva el cabello, bien peinado, recogido en un moño con redecilla, y su vestido a la moda engama con el color de la cortina de terciopelo.

La pared del fondo ha sido durante muchos años de un blanco liso. El tema de la carta podría haber sido cualquiera, si bien la actitud de la lectora y su presencia ─se supone que voluntaria y buscada─ en un espacio recogido (una habitación propia, como habría dicho la Woolf), dejaban suponer una implicación sentimental entre la lectora y la persona que escribió el billete.

Todas esas suposiciones se han visto confirmadas cuando los restauradores de la institución vieron por los rayos X, oculto debajo de la pintura blanca del fondo, un tapiz con un Cupido de buen tamaño que preside toda la escena con su autoridad divina.

Se creyó inicialmente en un “arrepentimiento” del propio pintor, pero los instrumentos de datación revelaron que el tapiz era de mano del artista, y el blanco que lo ocultaba había sido añadido varias décadas después. Algún propietario timorato encontró hermosas la escena y composición, pero inconveniente la figurilla prepotente del dios desnudo.

El sentido transparente que prestaba la presencia de Cupido a la lectura plasmada por el artista fue “opacado” mediante un “velo” blanco convenientemente dispuesto; una especie de hiyab preventivo de malos pensamientos. Los beaterios no son muy distintos en Dresde y en Kabul; se trata en todos los casos de esconder todo lo que la naturaleza deja patente, bajo una capa de religión dirigida a oscurecerlo todo.