domingo, 14 de septiembre de 2014

NO ES INDOLENCIA, ES AUTISMO

«Míreme a los ojos, señor Rajoy, y dígame que es posible vivir en este país con el salario mínimo», interpeló Cayo Lara al líder en el pleno de las Cortes. La crónica parlamentaria no detalla si en efecto Mariano miró a Cayo a los ojos, como se le había pedido, o no. Sí recoge la sustancia de su respuesta: «Esos sacrificios son buenos para España.»

Ha llegado entonces el momento de preguntarnos de nuevo a qué llamamos España, como hizo en su momento Pedro Laín Entralgo, a mi juicio con acierto discutible. También será el momento de preguntarnos si existe una sola España o si son varias, y a cuál de ellas en concreto beneficia el sufrimiento de sus habitantes. Finalmente, tal vez convenga plantearse la duda metódica de si es dable seguir soportando tanta España y tan abstracta sobre nuestros hombros escuálidos, y si no sería más práctico ocuparnos de la escuela y la despensa (en tanto que servicios públicos, y no negocios privados) y echar siete llaves (u ocho, o nueve si se tercia) al sepulcro del Cid, como también ha quedado escrito en la pluma de otro español poco sospechoso de tentaciones soberanistas.

Valgan estas reflexiones minimalistas como corolario del feliz éxito de la Diada catalana. Por cierto que también Artur Mas se dejó decir que la independencia exigirá sacrificios a los catalanes. No concretó su idea, pero estimo que se estaba refiriendo a otros sacrificios además de aquellos a los que los catalanes ya estamos sometidos sin necesidad de ninguna consulta y sin derecho a decidir sobre ellos. La santa virgen del remedio nos coja confesados.

Concluyo para mí, y sin pretensión de convencer a nadie de que comparta mi opinión, que en este tema ni Rajoy es indolente ni Mas fogoso. Los dos son autistas. Solo ven la Idea pura encarnada en la unidad de destino, lejana y luminosa, más allá del horizonte, y entienden que los conceptos de sufrimiento y de sacrificio no son desgracias remediables mediante una gestión política cuidadosa y acertada, sino, por el contrario, acicates con los que espolear a una ciudadanía en ocasiones remisa. ¡Marchando otra de sufrimiento!