«Míreme a los ojos, señor Rajoy, y dígame que es posible vivir
en este país con el salario mínimo», interpeló Cayo Lara al líder en el pleno
de las Cortes. La crónica parlamentaria no detalla si en efecto Mariano miró a
Cayo a los ojos, como se le había pedido, o no. Sí recoge la sustancia de su
respuesta: «Esos sacrificios son buenos para España.»
Ha llegado entonces el momento de preguntarnos de nuevo a qué
llamamos España, como hizo en su momento Pedro Laín Entralgo, a mi juicio con
acierto discutible. También será el momento de preguntarnos si existe una sola
España o si son varias, y a cuál de ellas en concreto beneficia el sufrimiento
de sus habitantes. Finalmente, tal vez convenga plantearse la duda metódica de
si es dable seguir soportando tanta España y tan abstracta sobre nuestros
hombros escuálidos, y si no sería más práctico ocuparnos de la escuela y la
despensa (en tanto que servicios públicos, y no negocios privados) y echar
siete llaves (u ocho, o nueve si se tercia) al sepulcro del Cid, como también
ha quedado escrito en la pluma de otro español poco sospechoso de tentaciones
soberanistas.
Valgan estas reflexiones minimalistas como corolario del feliz
éxito de la Diada
catalana. Por cierto que también Artur Mas se dejó decir que la independencia
exigirá sacrificios a los catalanes. No concretó su idea, pero estimo que se
estaba refiriendo a otros sacrificios además de aquellos a los que los
catalanes ya estamos sometidos sin necesidad de ninguna consulta y sin derecho
a decidir sobre ellos. La santa virgen del remedio nos coja confesados.
Concluyo para mí, y sin pretensión de convencer a nadie de que
comparta mi opinión, que en este tema ni Rajoy es indolente ni Mas fogoso. Los
dos son autistas. Solo ven la Idea
pura encarnada en la unidad de destino, lejana y luminosa, más allá del
horizonte, y entienden que los conceptos de sufrimiento y de sacrificio no son
desgracias remediables mediante una gestión política cuidadosa y acertada,
sino, por el contrario, acicates con los que espolear a una ciudadanía en
ocasiones remisa. ¡Marchando otra de sufrimiento!