Mariano Rajoy ha felicitado a Escocia, así en bloque, por el
respeto escrupuloso a la legalidad mostrado durante todo el proceso del
referéndum y también, last but
not least, por el resultado
del “No” a la independencia. No ha sido una felicitación sincera sino un
disparo por elevación, que no ha dado sin embargo en el blanco. En efecto,
Artur Mas ha culminado mientras tanto la aprobación de su ley de consultas, una
ley perfectamente constitucional si bien con el ligero defecto de que no ampara
la consulta concreta que se pretende hacer. También Mas se ha felicitado por
los sucesos escoceses, y tampoco su felicitación ha sido sincera. El tema
soberanista sigue enrocado en nuestras latitudes, y a la espera de algún
desenlace los dos primeros espadas del festejo saludan mirando en dirección al
tendido escocés y se adornan con sendos brindis al sol. Mas aguarda el momento
oportuno para publicar su ley, refrendada por los votos de una mayoría
parlamentaria amplia pero con disparidad interna de criterios, no en cuanto al
texto votado sino a su aplicabilidad concreta al proceso; y Mariano tiene en
reserva un consejo de ministros extraordinario para remitir la ley catalana al
Tribunal Constitucional en cuanto se publique. En el trasfondo están las
próximas contiendas electorales. No es probable que Rajoy ofrezca una devolution como ha hecho de
inmediato David Cameron – ni siquiera una mini devolution demediada y de bajo contenido
proteínico al estilo de los manjares calificados en el enclave lingüístico de la Vega de Granada de “pollas en
vinagre”, por lo desabridos y poco nutritivos –, porque el gobierno del PP
estima que cualquier signo de ablandamiento le reportaría un plus de votos de castigo
en las urnas (también se los reporta su inmovilismo absoluto, pero con eso ya
contaba desde antes). El presidente español y el catalán están enfrascados en
una especie de partida de ajedrez, y los dos tienen calculadas sus tres o
cuatro próximas jugadas. Luego todo quedará al albur, y serán las computadoras
(los sondeos, los comicios municipales) las que decidan de quién es la ventaja
en la posición resultante. De modo que la partida se juega a la vez en Escocia,
en los foros institucionales y en las terminales computerizadas de las
asesorías sociológicas y politológicas. Y mientras se van desgranando con
lentitud las jugadas morosamente analizadas y los ojos de todos los
observadores se mantienen fijos en el tablero, la casa sigue sin barrer, la reforma
laboral continúa haciendo estragos, el crédito no remonta y los datos
macroeconómicos se ocultan debajo de la alfombra o se maquillan en función de
las necesidades objetivas de la salvación de España.
Lo cantaban en Recoletos las niñeras gallegas de Agua, azucarillos y aguardiente, la genial (discúlpenme el encomio)
zarzuela del maestro Federico Chueca. Esto es lo que decían de sus amas:«Tanto
vestido blanco, / tanta parola, / y el puchero a la lumbre / con agua
sola.»