domingo, 3 de diciembre de 2017

COMO ENDENANTES HALLÉ


Uno
Los Diarios de Bruno Trentin, a los que ya he hecho alusión en varias ocasiones en estas páginas, son de lectura fascinante pero difícil. Escribe para fijar sus propias ideas, no para ser entendido por otros. Cuando habla de sí mismo, de sus dificultades al frente del sindicato mayor de Italia, no se muerde la lengua ni busca templar gaitas. Está luchando con todas sus fuerzas por cambiar unas rutinas, por abrir perspectivas nuevas. En el curso de su mandato presentará por dos veces la dimisión, la primera como táctica de desbloqueo y con rápida reconsideración; la segunda, en junio de 1992, por una cuestión de principio, después de firmar a contrapelo un acuerdo horrible con el gobierno Amato para no dejar a la CGIL sola contra todos en el ojo del huracán de una crisis política y económica. Cuando se va de forma definitiva, dos años después, lo hace sin dimisiones ni chantajes emocionales; en un Congreso ordinario, después de ver cumplidos los objetivos que se había fijado (el sindicato “de programa”), y dejando asegurada una sucesión tranquila.
Los Diarios dejan constancia de que Bruno se sintió muy solo en el ejercicio del poder. Solo frente a personas como Fausto Bertinotti, que siguió al pie de la letra la lógica del manual de las escisiones atacando por sistema todas las iniciativas de la dirección, asegurando que su oposición frontal era “enriquecedora” para la pluralidad democrática del sindicato, y acusando a Trentin de no ser el secretario general de todos sino nada más el capocorrente mayoritario. Pero se sintió solo también frente a grandes amigos como Pietro Ingrao, que no alcanzó a comprender a fondo ni las propuestas organizativas de Trentin ni sus razones últimas.
Son páginas que me han traído recuerdos muy punzantes de mi propio paso por los estamentos de dirección de las Comisiones Obreras catalanas. En todos los conventos los problemas de los frailes se parecen, los conflictos tienen un aire de familia inconfundible. La incomprensión, la negativa sistemática, el retorcimiento mezquino de cualquier afirmación emanada desde la mesa, el mors tua vita mea. Todo ello ha formado parte de una manera determinada de practicar la política, tanto entre las corrientes sindicales minoritarias como en las mayoritarias. Un contraveneno eficaz puede ser, en tales casos, fijarse personalmente no solo los objetivos de cambio o de avance (limitados, por supuesto), sino también los límites temporales prudentes para la prestación. Trentin lo hizo así. En 1994 dejó la secretaría general, y entonces hubo de hacer frente con estoicismo al vacío absoluto de lo que había llenado hasta ese momento su vida y sus esfuerzos, hasta el punto de saturación y de una manera absorbente.
 
Dos
Muchos años después Roberto Chavero, cuyo nombre artístico era Atahualpa Yupanqui, pasó por Montiel (en la región de Entrerríos), donde había tenido por un tiempo trabajo, amigos, vida. Dejó constancia del evento en una canción cuyo intríngulis se resume en su primera estrofa, todas las demás son comentarios colaterales: Pasé de largo por Tala, / detenerme ¿para qué? / De nada sirve un paisano / sin caballo y en Montiel.
Por qué no confesarlo, esa canción fue durante años mi favorita absoluta. La tengo en una versión de Jorge Cafrune, y la estuve poniendo casi cada día, en el rincón de trabajo de mi casa, mientras me dedicaba a traducciones literarias no muy bien pagadas.
El cantor reconoce el paisaje de otros tiempos: Barro negro y huellas hondas, como endenantes hallé.
Recuerda también a viejos amigos: Climaco Acosta ya ha muerto, / Cipriano Vila también: / dos horcones entrerrianos / y una amistad sin revés. / Por eso pasé de largo, / detenerme ¿para qué?
Yo lo cantaba así: Cipriano García ha muerto, / Francisco Puerto también, / y a José Luis López Bulla / lo han llevado al Parlament.
Canta Atahualpa en la última estrofa: En la orilla montielera / tuve un rancho alguna vez. / Lo habrá volteado el olvido, / será tapera, no sé… / Por eso pasé de largo…
Y yo: En la Ronda de San Pedro / tuve despacho una vez…
Me faltaba distancia en esos años, me sobraba vacío. Me ayudó a superar ese minitrauma del ex militante Javi Tébar, que me hizo una entrevista para sus Biografías sindicales, en la cual (fueron tres sesiones, espaciadas) liberé muchos demonios por dentro, sin darles voz ni voto para fuera.
 
Tres
Otro poeta, Antonio Machado, dejó escrito: Todo pasa y todo queda, / pero lo nuestro es pasar.
Les recomiendo la lectura de los Diarios de Trentin. En pocos meses saldrá a la luz una selección de sus anotaciones, en castellano. Sirven para muchas cosas. Una de ellas, no la más importante, es para saber qué siente una persona que está al mando frente a las dificultades incontables, cuando esa persona es consciente y responsable ante sí misma y ante los demás.