domingo, 3 de diciembre de 2017

HISTORIA E INTERPRETACIÓN


Disculpen que hoy me ponga trascendente. La noticia del día es que en Talamanca del Jarama (Madrid) han descubierto una muralla con siete torres, del siglo XIII, en magnífico estado de conservación. Incrustadas en ella hay incluso bellas piedras labradas por los visigodos. En la misma población eran conocidas ya una muralla anterior, levantada por los moros, y una colegiata posterior, plantada por las buenas encima del muro ahora descubierto y desenterrado.
La historia está llena de estas recuperaciones inesperadas. En Ullestret (Girona) se conocía y se visitaba un poblado ibérico muy nombrado, y en estas que se ha encontrado otro mucho mayor, una urbe propiamente dicha, apenas a doscientos metros de distancia, donde los payeses del entorno siempre habían sabido que existía "algo" enterrado.
Talamanca tuvo al parecer en las edades oscuras una importancia muy superior a la de Madrid. Da la sensación de que alguien haya cambiado a posteriori el curso de la historia, pero la importancia relativa de dos poblaciones no es un dato inmutable a través de los siglos. La historia es mentirosa: elige su propia sustancia, establece parámetros de conveniencia, y nunca actúa al azar, siempre procura imprimir al acontecer un sentido "político", concluso y petrificado.
La historia no tiene en realidad ningún sentido particular; las cosas pasan, sencillamente. Un día se levanta en una población importante de la frontera un muro con siete torres (aún es posible que se descubran más); otro día, en esa misma población ya no fronteriza y sí decaída, el muro se entierra para servir de cimiento a una colegiata.
Alguna sustancia nuestra, de lo que somos ahora mismo, sigue enterrada aún, quién sabe dónde, olvidada, y un día indefinido volverá tal vez a emerger para sorpresa de otra generación indefinida, que se apresurará a rectificar en función de los nuevos datos el trazado rectilíneo de una historia imaginada en cada momento como el vuelo de una flecha que, surgida de las tinieblas del tiempo pretérito, viene certera a clavarse en el corazón mismo de la actualidad estricta, para adornar esta con una perspectiva ficticia.
El embeleco consiste en la importancia absoluta que se da al presente. La idea subyacente es que el presente efímero es el faro desde el que es posible atalayar y dar sentido a todo lo que ha ocurrido antes, porque todo, absolutamente todo, ha ocurrido en función de “este” presente preciso (que sin embargo está sujeto a variaciones imprevisibles, incluso a debacles repentinas). Es lo que llaman ahora el “relato”, nada que ver con el núcleo duro de la vida de las sociedades, con la tozudez estólida de unos hechos que simplemente ocurren, impermeables a toda interpretación interesada.