sábado, 23 de diciembre de 2017

SEXO DÉBIL


La Real Academia Española ha decidido mantener en su diccionario la locución “sexo débil”, referida al género femenino, del que también se predica en nuestra lengua que se trata del “bello sexo”. Como muestra de buena voluntad, sin embargo, los académicos han añadido en epígrafe que “sexo débil” se emplea en la lengua del imperio con un sentido “despectivo”.
Se han equivocado en las dos cosas.
Lo digo en tono laico y constructivo. No pretendo iniciar una guerra con la Docta por esta cuestión pueril. Soy respetuoso con la autoridad constituida, y la Academia lo es. Sin embargo, entiendo:
1) Que la expresión “sexo débil” no debe quedar constreñida a un significado unívoco. Puesto que tanto el sintagma nominal “sexo” como el calificativo “débil” están plenamente reconocidos, nada en la estructura de la lengua impide que se asocien libremente. No habría objeción, por ejemplo, a sustituir la expresión, ciertamente vulgar pero no despectiva, “me la trae floja”, por la siguiente alternativa, más elegante e igualmente ilustrativa: “me pone el sexo débil”.
2) Caracterizar al heterogéneo colectivo de las mujeres de “sexo débil” como resumen último de su esencia ha quedado ya más anticuado que el canalillo o que los tiempos de Maricastaña. En 1946 el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela estrenó una “tragicomedia” titulada «El sexo débil ha hecho gimnasia». No produjo escándalo su propuesta, antes bien, obtuvo un Premio Nacional. Eso ocurrió bajo el régimen franquista, si no mienten las fechas, y en los momentos más profundos del oscurantismo eclesiástico. La Docta debería tomar nota de que nos está ofreciendo una mercancía averiada desde larguísimo tiempo ha.
3) Gustavo Adolfo Bécquer, gran poeta pero no libre de algún arrebato de cursilería, se refirió a su amada con la expresión “cendal flotante de leve bruma”, además de otras que omito en beneficio de la brevedad. Cada cual es libre de opinar lo que quiera de ese verso, pero me parecería temerario sostener que se trata de un epíteto “despectivo”. No. Las peras son peras, las manzanas son manzanas, y la mezcla de churras con merinas sigue siendo una operación fundamentalmente errónea.
4) Quiero ofrecer a las nuevas generaciones, que en estos asuntos están más bien poco impuestas, la significativa letra de un cuplé. Quizá debería empezar por explicar lo que es un cuplé. En mi alborotada adolescencia la reina en estos menesteres era Sarita Montiel, que obtuvo éxitos cinematográficos señalados a las órdenes de Juan de Orduña; pero lo que cantaba la diva venía de muchos quinquenios atrás.
En la composición de la que hablo, una mujer relata la impresión profunda que ha causado en su ánimo el requiebro dicho al pasar por un caballero. Decía el tal (cito de memoria): “Vida, si usted me quisiera, igual que en la gloria tal vez yo estuviera.” Palabras que provocaron en el interior de la requebrada un trastorno difícil de explicar: “sin darme yo cuenta ya estaba colada”.
Difícil de explicar, he dicho. Ella, no obstante, lo explica con una proposición axiomática, es decir que se ofrece sin necesidad de demostración, al contrario de los teoremas, que sí precisan ser demostrados. Dice: “Mas qué iba yo a hacer, si se chala fácilmente la mujer.”
Me he entretenido en citar esta antigualla para sostener la moción de que “sexo débil” no tiene necesariamente una connotación despectiva. La cupletista de la canción está orgullosa de sí misma, o por lo menos resignada a su debilidad. No hay en ella un átomo de autodesprecio.
Sería desproporcionado exigir una rectificación en toda regla a la Academia por su falta de acierto al lanzar “el dardo en la palabra” como hacía con enorme habilidad el llorado Fernando Lázaro Carreter. Me limito a proponer una enmienda transaccional. Ya que se mantiene “sexo débil” referido a la condición femenina, podría añadirse “mente débil” con referencia a la del machista.