viernes, 29 de diciembre de 2017

TABARNIA OTRA VEZ


Un artículo de Guillermo Altares en elpais saca lustre al espantajo de Tabarnia. Es una broma, viene a decir, pero es necesario tomarla en serio. Altares se suma así a la serie de agoreros, entre los que me encuentro, que estimamos difícilmente recuperable la fractura abierta en la sociedad catalana, en unas circunstancias en las que cada día que pasa tiene un peso mayor el forcejeo de las elites financieras estatales y autonómicas por transferir a la otra parte las consecuencias poco agradables de una crisis global: financiera, económica, política y social.
Las elites catalanas intentan en último término cobrar de Madrid lo más que se pueda de la onerosa factura que se va acumulando, mientras que el gobierno central ha recurrido ya a los procedimientos de excepción previstos en la Constitución para poner a Catalunya en la tesitura de una semiautonomía privada de los recursos suficientes para un crecimiento separado robusto, y someterla a la disyuntiva clásica: O caixa o faixa.
Joaquim Coll, también en elpais, califica de “catalanismo viejuno” la posición de Miquel Iceta, basada en el viejo eslogan del “un sol poble”, que nunca fue una realidad claramente separada de las ilusiones algo borrosas puestas en él. Puede que lleve la razón Coll, pero me siento más próximo a la defensa que hace Iceta de los restos menguados y muy dispersos de lo que fue en otro tiempo una aspiración compartida, un proyecto serio de vida en común.
En esta última perspectiva se situarían en los momentos actuales una amnistía para los consellers y los Jordis, sin la aplicación previa de los “desinfectantes” exigidos por Josep Borrell en nombre de Ferraz, más la puesta en pie de una “Assemblea” informal de parlamentarios, más allá del propio Parlament, en busca de unas posiciones de mínimos consensuadas entre todos, para tirar adelante algunos objetivos importantes para todos los catalanes, olvidándonos para siempre de cualquier idea sagrada de Catalunya.
Es una propuesta “viejuna”, sin duda, y probablemente también quimérica. No veo otra, sin embargo, para conjurar las Tabarnias emergentes y negar en los hechos la profecía aguachinada que yo mismo hice el pasado mes de abril, o sea medio año antes de los hechos consumados: «Pero si se utiliza la ruta 155, como proponen hoy muchos trapiellos a coro, movidos por un sentimiento de nacionalismo puro tan poco respetable como el de la parte contraria, es conveniente que al menos se tenga conciencia clara de que se trata de una ruta sin retorno.»