martes, 5 de diciembre de 2017

EL BUEN CAMINO


Los datos del empleo en el mes de noviembre no abonan la afirmación invariable de que estamos “en el buen camino”, que nos formula diariamente desde el plasma, con una sonrisa cada vez más acartonada, la extraña pareja constituida por Mariano y Fátima, de profesión vendedores de crecepelo milagroso en las ferias patronales de los pueblos “más bonitos de España” según la vomitiva propaganda de las oficinas de turismo interior. Todos los parámetros empeoran, y no es ya exagerado hablar de expulsión de las mujeres del mercado de trabajo. Ellas monopolizan en la práctica el grupo de “nuevos parados”, con el 96% del total; una violencia de género más, acumulable a otras situaciones paradigmáticas en los tribunales, en donde se evalúa si cerraron o no con fuerza suficiente las piernas al ser violadas, y si merecen o no (mayoritariamente resulta ser que no) protección ante las amenazas de muerte de sus maridos, sus ex maridos, sus ex compañeros o sus ex pretendientes.
Que sí existe una alternativa a ese deterioro del empleo y de la economía viene a demostrarlo la eficiencia callada de Portugal, un país del Sur que no es ninguna potencia industrial de gran magnitud, pero que ha rechazado la lógica de la austeridad y prospera discretamente bajo la dirección de un gobierno de izquierda plural. Ahora su ministro de Finanzas, Mário Centeno, ha convencido al Eurogrupo de la necesidad de una Europa más fuerte y más unida, con un euro consolidado y una política global más decidida, y ha sido elegido en votación secreta presidente de la institución europea, sucediendo en el cargo al “pícaro puritano” holandés Jeroen Dijsselbloem, de ingrata memoria.
Los portugueses están haciendo las cosas bien. Ellos están en el buen camino, no nosotros los españoles. Algo tan sencillo de constatar se está haciendo desaparecer detrás de las banderas en las que se envuelven nuestros dirigentes: Milagros Pérez Oliva ha desarrollado con trazos certeros la idea en una tribuna de elpais titulada «Lo que las banderas ocultan» (1).
Conviene detenerse un poco más en la noticia de una Europa que empieza a sacudirse la austeridad; que empieza a entender, en contra de los empujones maleducados que llegan desde el otro lado del Atlántico y desde la otra orilla del Canal de la Mancha, que la prosperidad común no es la de los accionistas sino la de los trabajadores; no la de los shareholders sino la de los stakeholders, para expresarlo con la jerga económica al uso en las escuelas empresariales.
Donald Trump y Theresa May son dos botones de muestra que indican con claridad adónde lleva el “buen camino” que se nos predica desde las tribunas de los consejos de administración del statu quo económico. Este es un tema también a considerar en comicios próximos, alguno de ellos inminente; pero no es tema que se airee de forma habitual en las campañas. Se prefiere ocultarlo debajo de las banderas.