jueves, 1 de marzo de 2018

EL DÍA CATALÁN DE LA MARMOTA


Un dicho de por aquí afirma que cualquier sucedáneo barato sirve para lo mismo que el champaña, con tal que haga ruido y espumee (“peti i faci bromera”, en autóctono). La expresión se ajusta maravillosamente a la legitimación de Puigdemont, la candidatura de Jordi Sánchez, el aval del 1-O y la ratificación, soslayada finalmente en el pleno pero aceptada por la Mesa y guardada en la recámara, de la DUI (declaración unilateral de independencia); todo ello propuesto desde las filas independentistas como los entrantes del menú de la reapertura del Parlament catalán. Puestas así las cosas, el desafío va decantándose hacia la cuestión de si se cansará primero el Gobierno central de jugar al 155 o la milicia procesista de torrar els collons con sus vaivenes continuados entre el “todo fue simbólico” y el “ara va de bó”.
Yo diría que el Gobierno central está infinitamente cómodo en su posición, pero puede que me equivoque. Y diría también que los fuegos artificiales parlamentarios tienen una atracción más bien escasa a los ojos de un público virado con brusquedad excesiva desde las certezas sagradas hacia la inquietud acuciante por el futuro. Por el futuro de las pensiones, por ejemplo. Por el futuro de los ahorros, de las empresas familiares, de los puestos de trabajo. Incluso del Mobile World Congress.
Puede que me equivoque también en esto, no lo excluyo. Percibo en la ciudadanía que me rodea un gran sentido de la dignidad a toda costa en este trance (sobre todo, no hacer el ridículo), pero también una gran angustia en lo referente a cómo acabará tot plegat.
Un sistema político tan intrínsecamente pervertido ya ha expulsado de su seno a excelentes adalides de la política a la vieja usanza, como Joan Coscubiela, despedido por Jordi Tururull con la recomendación de que ingrese en la FAES. Curiosamente, un pijo neoliberal como Tururull está convencido de situarse a la izquierda de un sindicalero como Coscubiela en la actual tesitura. Son espejismos de una situación que de tan paradójica acaba por resultar ridícula. Pasado mañana Jordi y sus congéneres declararán bajo juramento ante los tribunales que todo lo han hecho para echarse unas risas; y la semana siguiente, de vuelta al Parlament, se reafirmarán tal vez en que la DUI fue en serio, para que la diversión no acabe tan pronto.
No hay cuidado, hay diversión para rato, estamos en el día catalán de la marmota.