domingo, 14 de febrero de 2021

VOTO EN URNA

 


Cuarenta y cinco minutos de cola para votar. No me había pasado nunca, supongo que es una buena señal.

Mi distrito (Eixample) es poco de Jéssica. Recuerdo que hace años nos hicieron una encuesta a pie de urna a Carmen y a mí. Habíamos votado ICV. En los primeros resultados de la noche electoral anunciaron un crecimiento de voto significativo a ICV, que luego se desinfló como un soufflé a medida que llegaban los votos reales. Siempre sospechamos que la culpa la había tenido quien nos preguntó al salir del colegio precisamente a nosotros, que somos vistosamente atípicos en nuestro barrio.

Habría querido disponer de dos votos, hoy. Vittorio Gassman defendía en una entrevista que el Dios Supremo había sido cicatero con nosotros: debió darnos dos vidas, no solo una. Una es demasiado poco, tres son seguramente multitud.

De tener dos vidas, cosa que debería haber estado prevista de ser el Cielo la democracia perfecta que tampoco es, yo habría votado hoy con dos papeletas distintas. La expresión de lo que deseo no me cabe en una sola. ¿Qué pasa cuando lo que quiere uno es un gobierno de coalición de progreso, un gobierno con ingredientes diferentes, con dos almas perfectamente legítimas, con tensiones y conflictos como la vida misma?

No deseo vivir en una balsa de aceite, no en un oasis con palmeras en medio del desierto, no en el silencio del acatamiento temeroso de la alta superioridad infalible que distingue para nosotros el bien del mal.

Estoy, como escribió Mario Benedetti en un poema de referencia, contra los puentes levadizos.