viernes, 12 de febrero de 2021

EL PLEBISCITO

 


Al parecer de los medios, las elecciones autonómicas de Cataluña tendrán otra vez un carácter plebiscitario. Mala suerte para quienes deseamos un campo de visión más amplio, y estamos más interesados en la implementación (excusen el palabro) de los remedios necesarios, que en las señas personales de quienes los implementen.

El último “plebiscito” iba de Independencia Sí o No. Por lo menos eso se dijo durante la campaña, que fue fea y mentirosa, muy de usar y tirar al estilo de lo que hoy se fabrica. Salió que No, me permito recordarlo. El plebiscito requiere mayoría cualificada de votos, y la elección solo dio de sí para una coalición de gobierno mayoritaria en escaños. Quienes se llenan la boca de democracia a la catalana deberían saber distinguir entre las dos cosas.

En esta ocasión, y siempre según los medios, vuelve el plebiscito, pero el diapasón se sitúa en un nivel cualitativamente más bajo. La campaña ha superado a la anterior en fealdad, suciedad y pobreza de argumentos, y la gran cuestión a resolver ahora ha sido: Illa Sí o No. Todas las demás opciones con representación parlamentaria, incluida alguna que aún no la tiene, cargaron en el debate de anoche en TV3 contra Illa. Por lo menos así se comenta en la prensa, yo no vi el debate, a TV3 ni agua.

Se convirtió, según las reseñas, en una cuestión de Estado algo tan nimio como que Illa no quisiera hacerse un PCR, cuestión a la que ninguno de los allí presentes estaba obligado por ley, ni por reglamento, ni por costumbre inveterada. En lo demás, todos apostaron contra Illa, e Illa cubrió sin gesticulaciones las apuestas en su contra, y pidió ver las cartas. Las cartas de cada cual se verán el domingo.

El 15F se me antoja problemático. Vetos cruzados, actas notariales por medio, una túnica sagrada por jugarse a los dados. Un éxito (razonable, no necesariamente plebiscitario) de Illa disparará una nueva fase, y veremos un secesionismo más montaraz y peligroso. Recuerden lo que ocurrió en el Capitolio; pues bien, la secta de Waterloo es la actual representante de Trump sobre la redondez de la Tierra.

Pero estos comicios no son un plebiscito, por mucho que lo aireen así los medios, siempre interesados en vendernos un “combate del siglo” cada seis meses. Es una ocasión ─grave, solemne─ para la ciudadanía de expresarse por medio del voto.

Voten. Voten en conciencia, voten según su propio cálculo de pérdidas y ganancias, voten a sabiendas de que su papeleta no es una moneda que se introduce en la ranura de un juke-box y pone en marcha un carrusel de música y luces de colores.

Y no pretendan que, por el hecho votar, el país vaya a estar en deuda con ustedes. Esto va de lo que nosotros, entre todos, podemos hacer por el país; no a la inversa. El país nos devolverá a cambio lo que buenamente pueda.

El país no es nada, sin nosotros.