jueves, 25 de febrero de 2021

VALOR MONETARIO Y VALOR REAL

 


En la sección de Opinión de El País de hoy aparece un artículo de Mariana Mazzucato sobre la BBC, esa enorme entidad cultural pública del Reino Unido. Puede parecerles que el tema nos cae muy lejos, pero les recomiendo la lectura; Mazzucato siempre vale la pena.

En el primer párrafo de su artículo, critica la afirmación de Mark Carney, ex gobernador del  Banco de Inglaterra, de que desde la crisis de 2008 las normas y las instituciones se definen ante todo por su valor monetario. Es la eterna confusión entre valor y precio, señala Mazzucato.

En efecto, tampoco el valor de una empresa privada se puede definir estrictamente por su precio de mercado, puesto que hay muchas otras variables sociales a considerar: el empleo que genera, el tipo de energía que utiliza y sus repercusiones en el medio ambiente, o su contribución al común en impuestos y en otras posibles provisiones sociales (comedores, escuela, cultura, actividades lúdicas).

Si eso es así en un centro de trabajo privado, que expande una influencia determinada en el territorio en el que está radicado, la repercusión de una institución pública como la BBC es inmensamente mayor. La BBC llega a una audiencia de 460 millones de personas cada semana; ¿cómo se mide esa influencia en valor monetario?

Imposible calcularlo, imposible definir al detalle la suma de beneficios que arrastra con sus emisiones y sus iniciativas y proyectos. Sí se ha llegado, sin embargo, a la conclusión ─nos dice Mazzucato─ de que por cada dólar US (llámenlo euro, no cambia el principio) del erario público invertido en producción cultural, la economía crece 5 dólares en promedio. El efecto multiplicador en la industria del automóvil es solo de la mitad.

Todo ello debería llevarnos a una reconsideración del valor de lo público. Una leyenda urbana extendida dice que lo público es lo que nos arrebata Hacienda de los bolsillos, y lo privado el progreso que conseguimos con el sudor de nuestra frente. Los puntos débiles de esta forma de ver las cosas son dos: de un lado, es una ley invariable (con todas las honrosas excepciones que sin duda existen) que quien más tiene, más defrauda, de modo que el peso de las finanzas públicas que alimentan la calidad de vida de las personas no lo sostienen las grandes fortunas, sino la masa de los contribuyentes medios. El otro punto débil es que, también por ley no escrita, quienes más provecho extraen de la economía no lo hacen invirtiendo el sudor de su propia frente privada, sino el de la frente de otros.

Las dos fallas en el razonamiento vienen a coincidir y a servir de ejemplo práctico en la campaña que está llevando a cabo el multimillonario Rupert Murdoch para conseguir que el Estado deje de financiar a la BBC ─a la que considera un cuasimonopolio de la información─ y financie en cambio su intento de consolidar en Gran Bretaña una cadena de televisión de ultraderecha similar a la Fox News estadounidense que él mismo puso al servicio de Donald Trump y de su intento de impugnar los resultados electorales alegando un pucherazo que nunca existió.

De esta forma tan cruda se diferencian en la vida real el valor monetario y el valor social.